África en bicicleta: El viaje de Macarena Jara y Flávio Castilho en apoyo de la conservación ambiental
Una aventura motivada por la búsqueda de nuevas maneras de contribuir al bienestar del planeta, los llevó a recorrer África en bicicleta para aportar en iniciativas de conservación y desarrollo social. Oportunidad, que aparte de ser una experiencia enriquecedora, también se materializó en dejar una huella real y positiva en las comunidades que visitaron.
Macarena Jara Oyarzún (35) nacida en Iquique, pero quien ha vivido la mayor parte de su vida en Santiago y que actualmente reside en Puerto Varas, se desempeña como consultora de sostenibilidad. Su pasión por el medio ambiente la llevó a conectar con Flávio Castilho (36), proveniente de Londrina, Brasil, que tenía una empresa que se dedicaba a evaluar e instalar proyectos de paneles solares.
Unidos por el deseo de hacer una diferencia que fuera más allá de sus trabajos, decidieron realizar un viaje de siete meses. “Teníamos muchísimas ganas de recorrer en bicicleta particularmente África, principalmente por lo ajeno y distinto a lo que estamos acostumbrados a vivir y por la cultura, que era lo que más nos llamaba la atención. Entonces queríamos conocer, recorrer, pero también tener un impacto”, explicó Jara.
Para llevar a cabo esta travesía, Macarena contó que se concentró en estudiar en profundidad los estándares globales de conservación. Paralelamente, se pusieron en contacto con Lemu, empresa chilena que utiliza tecnología avanzada para medir la naturaleza, impulsar la sostenibilidad corporativa y conectar empresas con proyectos de conservación en distintos lugares del mundo. Formaron una alianza que les ha permitido visitar algunos de estos proyectos en África.

Créditos: Macarena Jara y Flávio Castilho.
La ruta
Luego de cuatro meses de planificación, lo más complicado de aquello sería establecer una ruta segura de hacer en bicicleta. Algunos de los factores considerados fueron: situación sociopolítica del país, mapear áreas de posible conflicto entre comunidades, así como aquellas zonas de migración para los animales.
Por otro lado, era crucial prever las distancias entre los destinos, asegurándose de que no superaran los 150 kilómetros, de esta manera tenían el espacio suficiente para abastecerse de comida, agua y satisfacer necesidades básicas que les permitiera continuar con este medio de transporte, donde la velocidad promedio es de 12 a 15 km/h, considerablemente más baja que la de un vehículo.
En cuanto alojamiento, en muchos casos se hospedaron en iglesias pidiendo permiso para instalar su carpa, también eran recibidos con hospitalidad por personas que les ofrecían quedarse en sus hogares. Lograron también dormir en algunos hoteles, intercambiando videos que promocionan el lugar, por noches de estadía.
Aparte de los aspectos logísticos, otra consideración importante, fue la salud. Al tratarse de un viaje largo, la pareja chileno-brasileña tuvo que ponerse un total de diez vacunas para protegerse durante toda su estadía y poder completar los tres proyectos que debían visitar.

Créditos: Macarena Jara y Flávio Castilho.

Créditos: Macarena Jara y Flávio Castilho.
El primer proyecto que visitaron fue Morop-Tarambas, ubicado en Kabarnet, Kenia. En donde vive una comunidad de 15 mil habitantes que comparte nombre con este programa que abarca la conservación de 2.100 hectáreas.
En Morop-Tarambas se han establecido colaboraciones con universidades de Kenia para fomentar la investigación sobre más de 60 especies de plantas medicinales, permitiendo que estudiantes realicen pruebas y análisis en terreno. De igual modo, se encargan de promover el ecoturismo, una práctica que se enfoca en la naturaleza y en la cultura local, mientras se busca minimizar el impacto ambiental.
Macarena y Flávio, cooperaron en dos aspectos claves, con un diagnóstico inicial reuniéndose con los representantes para entender sus objetivos, valores y desafíos, para proporcionar un análisis detallado que potencie el proyecto.
Nos dimos cuenta que había un error en la fijación de precios de la entrada al parque, ya que era un precio que se escapaba muchísimo del promedio de un parque nacional en África. Entonces, esos son ciertos elementos que fuimos identificando para después poder explicarles a ellos y sugerir ciertas ajustes para que logren alcanzar su objetivo ”, afirmó Macarena Jara.
También crearon un video informativo para visualizar la causa, el cual fue subido a Youtube, con el fin de atraer una mayor cantidad de visitantes y organizaciones dispuestas a ayudar con financiamiento.

Créditos: Macarena Jara y Flávio Castilho.
Charity for all y Mkussu Lushoto
En Uganda, por otro lado, se encuentra Charity for all, especializada en mejorar la situación de niñas y niños sordos. A través de esta organización se entrega hogar, alimento y educación a cerca de 52 menores, con el propósito de integrarlos en la sociedad, esfuerzo que considera a la inclusión de minorías, en específico casos de sordera. Así como con Morop-Tarambas, se les otorgó un análisis y asesoramiento técnico.
El último proyecto que visitaron fue Mkussu en Lushoto, Tanzania, que posee el objetivo de reforestar y conservar 380 hectáreas. “Cuentan con un vivero donde comienzan a crecer los árboles y después personas de la comunidad, los trasladan y plantan”, dijo Macarena Jara y agregó que hasta la fecha se han plantado 4.500 árboles de 9 especies nativas.
La consultora en sostenibilidad y viajera chilena confesó que una de las principales dificultades de Mkussu es que no cuentan con fondos para limpiar la zona de reforestación. “Ocurre que la maleza tapa el sol a los árboles y les impide crecer, incluso muchos no sobreviven”, subrayó.
Flávio y Macarena los están asesorando para diseñar un modelo que cuantifique el impacto real y potencial en absorción de CO2 de estos árboles, para así respaldar de mejor manera la contribución del proyecto y ser un proyecto más atractivo a la hora de postular a fondos y recibir aportes de terceros.

Créditos: Macarena Jara y Flávio Castilho.
Aprender desde la incomodidad
Esta experiencia no ha estado exenta de desafíos, la falta de comodidades ha puesto a prueba su adaptabilidad y resiliencia. “Acá hay mucha limitación alimentaria, entonces comes lo mismo casi todos los días, no te duchas porque duermes en carpa en algún estilo de bosque relativamente cerca de la ruta, puedes pasar seis días duchándote con una botella, hasta que, quizás, llegas a la casa de una familia en donde puedes tomar una ducha fría”, comentó Macarena .
“El ritmo de viajar en bicicleta nos ha permitido recorrer de manera muy local y profunda, hemos conectado con muchas personas, eso nos lo llevamos para siempre ”, sostuvo. Los ciclistas han pedaleado 4.500 kilómetros, hasta la fecha cruzando Kenia, Uganda y Tanzania.
“Las personas se sorprenden muchísimo al vernos en bicicleta, no entienden porque ellos no ven la bicicleta como un deporte, la ven como un medio de transporte y no entienden por qué personas blancas que tienen mucho dinero no andan en auto o en avión, pues (les enseñan desde muy pequeños que los “muzungus” o personas blancas tienen mucho dinero)”, explicó Macarena.
Uno de los temores previos al viaje, era el encuentro con animales salvajes estando en bicicleta, pero lo que vivió ahí le demostró que las cosas no eran como las imaginaba. Las personas de las comunidades nos explicaban que los animales salvajes o depredadores conviven con otros animales que son parte del mismo ecosistema y cadena alimenticia, por eso los animales están en las reservas naturales o parques nacionales. Sería muy extraño que un depredador se alejara de estas áreas porque ahí tiene todo lo que necesita. “Ha sido muy interesante porque hemos visitado tres parques nacionales y en todas las oportunidades hemos visto a leones y cebras convivir, uno dice: ¿Por qué la cebra no se escapa? Y es porque no todo el tiempo se están alimentando”, dijo admirada por la dinámica que presenció.
Si bien la fauna ha sido fascinante, la cultura africana y su efecto en el aprendizaje de Macarena Jara y de Flávio Castilho no se ha quedado atrás. Para ella, es destacable la fuerte conexión que existe entre las personas locales, quienes a pesar de vivir en un país de un PIB muy bajo y recibir poca ayuda estatal, mantienen un fuerte sentido de comunidad. Hemos tenido la fortuna de presenciar como en pequeños pueblos y no tan pequeños, cooperan y colaboran para estar todos un poco mejor.
Los tres países que han recorrido hablan el idioma swahili. Frases como “Jambo” (hola), Asante (gracias) y Karibu (bienvenido), se han transformado en herramientas para compartir y poder comunicarse de manera efectiva con las personas de las comunidades locales y poder maximizar su trabajo en los proyectos de conservación.

Créditos: Macarena Jara y Flávio Castilho.
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