De Predios Privados a Santuarios de la Naturaleza: el esfuerzo de los chilotes dueños de tierra por proteger sus más grandes reservas de agua

por Jun 30, 2023Medioambiente, Naturaleza

En todas partes del mundo incluido nuestro país, los defensores del territorio que habitan están en todas partes y todas las formas. Algunos son más ruidosos, otros hacen un trabajo silencioso y anónimo, pero de largo aliento para proteger los valiosos ecosistemas que los rodean.

Chiloé no es solo tierra de mitos y costumbres ancestrales, la isla también ha sido cuna de verdaderos – pero anónimos – defensores de la naturaleza. Hermes Vera y Nora Martínez, ambos chilotes de nacimiento y crianza, han dedicado gran parte de su vida a proteger las valiosas turberas de la región e inscribiendo por voluntad propia sus terrenos como santuarios de la naturaleza. Su incansable trabajo y compromiso han sido fundamentales para preservar estos ecosistemas únicos y fomentar la conciencia sobre su importancia.

Hermes Vera, de 56 años, heredó el terreno que posee de su familia y el cual es hoy parte de la Red de Turberas de Chiloé. La historia del lugar se remonta a su abuelo, quien lo adquirió del fisco en la década de 1940. Después, sus padres se hicieron cargo, y ahora Hermes es quien reside en la localidad de Púlpito en Chonchi. Aunque no tuvo la oportunidad de estudiar en la universidad debido a las dificultades para salir de la isla, su compromiso con su comunidad fue evidente desde temprana edad. Durante aproximadamente 15 años, ejerció como dirigente local, colaborando y siendo un valioso aporte para su entorno.

Con el apoyo de entidades privdas Hermes Vera instaló pasarelas con el objetivo de dar un espacio comodo y seguro para impartir educación ambiental. Fotografía por Tomás Ortega de Austerra Society

La industria maderera fue el rubro en el que Hermes decidió involucrarse, ya que era una actividad conocida y relacionada con los conocimientos que fue adquiriendo en la época. En aquel entonces, aún no se vislumbraba la preocupante situación actual de destrucción del bosque nativo. Sin embargo, hace más de 30 años que Hermes se dedica a ser empresario maderero y eventualmente comenzó a enfocarse también en la conservación de las turberas.

La experiencia de crecer en la isla de Chiloé fue fundamental para la conciencia de sostenibilidad de Hermes. Para él y la mayoría de los chilotes, vivir en comunidad es un pilar esencial de su cultura. Las actividades en el campo, como los reitimientos, que consisten en faenar cerdos para obtener alimentos, y la preparación de la tierra para la siembra de granos o papas, son parte de su cotidianidad y les brindan satisfacción mientras mantienen viva su cultura. Aunque reconocen que puede resultar difícil para quienes no son de la isla entender esta forma de vida, para ellos es sumamente placentera.

El trabajo de proteger las turberas comenzó hace mucho tiempo para Hermes, incluso antes de conocer a fondo qué eran exactamente. En 1989, cuando se convirtió en dirigente en el campo a la temprana edad de 23 años, se percató de que muchos terrenos en su sector no estaban debidamente inscritos y eran descuidados o ignorados. En aquel entonces, las turberas se conocían como «mallines» o lugares de agua sin utilidad aparente. En 1992, Hermes se dio cuenta de que había muchas personas que no querían estos terrenos, incluso cuando tenían la oportunidad de medirlos y regularizarlos. Esta situación llamó poderosamente su atención, ya que él conocía la turbera desde que era niño, acompañando a su padre en trabajos de extracción de cipreses de las guaitecas.

las turberas ocupan el 3% de la superficie del planeta, pero fijan el 30% del carbono presente en los suelos terrestres. Chile alberga cerca de 3,1 millones de hectáreas de turberas

Motivado por su amor hacia la tierra y su comunidad, Hermes aconsejó a su padre que regularizara su parte del terreno, iniciando así su historia en torno a las turberas y la comunidad. En aquel momento, apreciaba la belleza del paisaje y el suelo sin comprender completamente la importancia y la historia que guardaban. Poco a poco, fue comprendiendo la relevancia de mantener las turberas a largo plazo y aprovechar sus beneficios, como el agua.

Inició una intensa lucha por su protección y buscó todas las instancias posibles para obtener la figura de santuario. Participó en reuniones, formó parte de la mesa provincial de Chiloé, asistió a seminarios y colaboró con numerosos estudios. Abrió las puertas para que universidades, científicos, tesistas y cualquier persona interesada pudieran visitar, estudiar y contribuir a la investigación de las turberas. Reconociendo la importancia de proteger estos ecosistemas en Chiloé, varias universidades, como la Universidad Santo Tomás, la Universidad Austral de Chile y la Universidad de Southampton de Inglaterra, entre otras, han realizado estudios en la turbera.

La labor de Hermes no se detiene ahí. Reconociendo la necesidad de informar y educar a las personas sobre las turberas desde diferentes perspectivas, ha iniciado la gran tarea de cuantificar su superficie en toda la isla. Aunque a veces es difícil apreciar su cantidad debido a la presencia del bosque, Hermes estima que representan al menos entre un 30% y un 40% del territorio de Chiloé. Un ejemplo de esta riqueza natural es el Parque Tantauco, que abarca una superficie equivalente a casi dos tercios de la comuna de Quellón, siendo gran parte de este parque humedal.

Hermes, Nora, Segundo y Marcos juntos al equipo de La Ciudad Posible, todos con terrenos que forman parte de la Red de Turberas de Chiloé

Nora Martínez, por su parte, creció en la Isla de Quinchao en Achao y se estableció en Chonchi cuando su padre adquirió un terreno en esa zona. Aunque su profesión es asistente social, siempre ha estado involucrada en actividades relacionadas con las manualidades, artesanía, tejidos, cerámicas y maderas. Desde la década de los 80, ha estado comprometida con la restauración del bosque nativo y la creación de senderos, enfocándose en la investigación y las visitas guiadas para aquellos interesados en conocer el bosque en su estado natural. Además, comparte la preocupación por la protección de las turberas, en su terreno hay al menos 20 hectáreas de turberas y las cuales gracias a su motivación ahora están protegidas. 

Un proyecto destacado liderado por Nora fue la organización de un taller de reciclaje de maderas muertas, el cual fue ampliamente aceptado en la isla debido a la explotación desmedida de la madera en la zona. Este proyecto obtuvo reconocimientos y premios, generando conciencia sobre el reciclaje y promoviendo un manejo sustentable del bosque. Actualmente, en toda la isla se están llevando a cabo actividades relacionadas con el uso de madera muerta, fomentando prácticas responsables y sostenibles. A sus 78 años, Nora asegura seguir siendo una persona activa y comprometida con esta tarea de protección.

Juntos, Hermes Vera y Nora Martínez trabajaron en conjunto para declarar el terreno como santuario de la naturaleza, recibiendo la asesoría de una especialista en este tipo de trámites. Además, han realizado una declaración sobre las turberas como red, evaluando los aspectos positivos y desafiantes de su conservación y estableciendo un plan de trabajo conjunto.

El principal interés de Hermes y Nora es la investigación de las turberas. Desean descubrir qué otros tesoros albergan estas tierras y poder brindar información precisa a quienes las visiten, generando conciencia sobre la importancia de su protección y su relación con el cambio climático. 

La historia de Hermes Vera y Nora Martínez es un ejemplo inspirador de amor por la tierra y dedicación a la conservación de las turberas de Chiloé. Su arduo trabajo, desde la regularización de terrenos hasta la lucha por su protección y la promoción de prácticas sostenibles, demuestra la importancia de la participación de la comunidad en la preservación de los ecosistemas naturales. A través de su labor, buscan crear conciencia y generar un impacto positivo en el cuidado del medio ambiente, dejando un legado valioso para las futuras generaciones.

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