Del Pochoco al Denali: el épico ascenso de Víctor Zavala en el montañismo

por Oct 30, 2023Outdoor

Desde sus humildes comienzos subiendo los cerros de Santiago hasta convertirse en el segundo chileno en alcanzar la cumbre del Ama Dablam en Nepal en solitario y conquistar el Denali, esta es la historia de un joven montañista que desafió los límites y encontró su pasión en lo más alto del mundo.

Por increíble que parezca, la historia de Víctor Zavala en el mundo del montañismo empezó hace muy poco. El 2018 empezó a subir cerros como el Pochoco en Santiago o el San Gabriel en el Cajón del Maipo y apenas cuatros años después, alcanzó la cumbre del Ama Dablam a 6.812m en Nepal. 

Antes de eso Víctor no era nadie en el mundo del montañismo, no tenía cuenta de Instagram ni en ninguna red social, pero sus amigos lo convencieron de subir los registros de lo que sería su aventura en Nepal.

“Ahí dije, ya, voy a probar, mandé varios correos a distintas marcas y la única que realmente me apoyó fue Andesgear, ellos fueron los únicos que creyeron en el proyecto. La mayoría no me consideró porque era un desafío muy grande, o sea, que alguien que nadie conoce de la nada te diga voy a Nepal a subir este cerro que solo un chileno ha logrado en solitario, nadie te va a apoyar pero eso fue lo interesante, ellos fueron los únicos que me apoyaron”, afirma el montañista, quien se convirtió en el segundo chileno en la historia en alcanzar la cumbre del Ama Dablam en solitario. 

Zavala siempre se destacó en una variedad de deportes, pero su pasión por la montaña surgió durante sus años universitarios cuando estudiaba ingeniería en informática. Bajo la tutela de Simón Pérez, un experimentado montañista, Víctor comenzó a explorar las montañas de Chile, aprendiendo las habilidades esenciales del montañismo.

Su formación continuó con cursos certificados y la incursión en la escalada en hielo. Después de su viaje a Nepal y subir montañas como el Mont Blanc, el Cervino, Alpamayo, entre otros, su amigo Ignacio Hermosilla – quien se había ido a vivir a Seattle – lo invitó a subir el Denali y Victor aceptó. Con el apoyo de Andesgear, comenzó la aventura de subir la montaña más alta de Norteamérica, la más fría del mundo y lo que se convertiría en una hazaña que no olvidará nunca.

Fotografía de Victor Zavala.

El Denalí: una odisea de determinación y resiliencia

El viaje hacia el Denali no fue fácil. Victor junto a Ignacio Hermosilla, Vivian Godoy y Sebastián Pérez se preparon durantes meses, los desafíos logísticos eran considerables, desde la organización de permisos hasta la planificación de vuelos y transportes en Alaska. Después de que llegaron a Talkeetna, el pueblo más cercano a la montaña, una tormenta los dejó esperando por un par de días antes de continuar. Desde allí, su única opción era tomar una avioneta que los dejaría en el glaciar base del Denali, una planicie de nieve en medio de la nada.

El equipo necesario para enfrentar las extremas condiciones de la montaña también fue un aspecto crucial de la preparación. Víctor y su equipo tuvieron que considerar el frío extremo, dado que la temporada se había atrasado podían esperar temperaturas de hasta -50°C. Esto significaba llevar trajes de plumas completos y equipo especializado. Además, la logística de transportar alimentos y equipo en un trineo mientras se movían de un campamento a otro en la montaña agregó un nivel adicional de complejidad.

El ascenso en sí mismo fue una tarea colosal. Decidieron subir con el equipo de randonee pese a que Víctor solo había esquiado dos veces en su vida, pero esa parte fue fácil. Las temperaturas extremadamente bajas y las tormentas que se toparon en el camino pusieron a prueba la resistencia y habilidades del equipo.

“Pasa que a esa latitud, las horas de luz son muchas, casi nunca está oscuro. Entonces a las ocho de la tarde es como si fuesen las tres, pero de repente el sol se va y la temperatura cambia drásticamente aunque haya luz, ahí empieza un frío brutal. La primera noche nos agarró caminando, pensábamos que no iba a ser tan duro pero terminamos armando la carpa muertos de frío después de las ocho. Nos dimos cuenta que a esa no hora no podíamos seguir caminando, había que estar metidos en el saco”, cuenta Zavala sobre su primera noche en la montaña más fría del mundo.

El equipo en medio de una tormenta. Fotografía de Victor Zavala.

El Denalí: una odisea de determinación y resiliencia

El viaje hacia el Denali no fue fácil. Victor junto a Ignacio Hermosilla, Vivian Godoy y Sebastián Pérez se preparon durantes meses, los desafíos logísticos eran considerables, desde la organización de permisos hasta la planificación de vuelos y transportes en Alaska. Después de que llegaron a Talkeetna, el pueblo más cercano a la montaña, una tormenta los dejó esperando por un par de días antes de continuar. Desde allí, su única opción era tomar una avioneta que los dejaría en el glaciar base del Denali, una planicie de nieve en medio de la nada.

El equipo necesario para enfrentar las extremas condiciones de la montaña también fue un aspecto crucial de la preparación. Víctor y su equipo tuvieron que considerar el frío extremo, dado que la temporada se había atrasado podían esperar temperaturas de hasta -50°C. Esto significaba llevar trajes de plumas completos y equipo especializado. Además, la logística de transportar alimentos y equipo en un trineo mientras se movían de un campamento a otro en la montaña agregó un nivel adicional de complejidad.

El ascenso en sí mismo fue una tarea colosal. Decidieron subir con el equipo de randonee pese a que Víctor solo había esquiado dos veces en su vida, pero esa parte fue fácil. Las temperaturas extremadamente bajas y las tormentas que se toparon en el camino pusieron a prueba la resistencia y habilidades del equipo.

“Pasa que como la altitud es tanta, las horas de luz son muchas, casi nunca está oscuro. Entonces a las ocho de la tarde es como si fuesen las tres, pero de repente el sol se va y la temperatura cambia drásticamente aunque haya luz, ahí empieza un frío brutal. La primera noche nos agarró caminando, pensábamos que no iba a ser tan duro pero terminamos armando la carpa muertos de frío después de las ocho. Nos dimos cuenta que a esa no hora no podíamos seguir caminando, había que estar metidos en el saco”, cuenta Zavala sobre su primera noche en la montaña más fría del mundo.

Durante el ascenso realizaron «porteos», dividir la carga en dos y transportarla a la mitad de la distancia entre campamentos. Esto les permitió aclimatarse gradualmente a la altitud y reducir la carga física en cada etapa, aunque requirió aproximadamente tres días para moverse de un campamento a otro. Esta estrategia fue crucial para su éxito en la expedición.

Después de nueve días llegaron al campamento base y comenzaron su primer intento de alcanzar la cumbre. Las condiciones climáticas eran cruciales: tenían dos días buenos de tiempo antes de que una tormenta de cuatro días se instalara sobre ellos. Decidieron lanzar su intento de cumbre de inmediato, con la esperanza de llegar antes de que la tormenta los atrapara. 

Nacho y Vivian optaron por seguir la ruta normal hacia la cumbre, mientras que Víctor y Seba decidieron ir por la West Rib, estableciendo un campamento avanzado más arriba antes de intentar el ascenso. Cuando Nacho y Viviana subían, enfrentaron dificultades por el frío y se vieron obligados a regresar después de siete agotadoras horas de escalada. Mientras tanto, Víctor y Seba continuaron subiendo hasta llegar al siguiente campamento, donde planeaban pasar la noche. Sin embargo, el fuerte viento los obligó a esperar durante aproximadamente media hora antes de recibir un informe meteorológico que indicaba que la tormenta se estaba acercando más rápido de lo previsto.

Ante esta situación, Víctor y Seba tomaron una decisión vital: regresar al campamento base en lugar de intentar alcanzar la cumbre y quedarse atrapados en la tormenta durante cuatro días sin comida ni refugio. Pasaron esos días de tormenta en el campamento base, donde las condiciones eran extremadamente difíciles y los ánimos no estaban en su mejor momento debido a las condiciones adversas y al frío intenso.

Finalmente, después de la tormenta, llegó un día en el que el clima mejoró lo suficiente para otro intento de cumbre. Esta vez, Víctor y Seba decidieron hacer un ascenso directo desde la base hasta la cumbre, sin establecer un campamento avanzado. Iniciaron su ascenso a las 11 de la noche, escalando y compartiendo la ruta con dos japoneses.

Victor y Sebastián Pérez. Fotografía de Victor Zabala.

A medida que avanzaban, la fatiga comenzó a afectar a Víctor, pero no tenían otra opción que seguir subiendo, ya que retroceder no era una opción segura. Finalmente, alcanzaron un punto a unas dos horas de la cumbre, donde dejaron sus mochilas y se dirigieron hacia la cima. Después de quince agotadoras horas de escalada, llegaron finalmente a la cumbre del Denali.

Sin embargo, la alegría de su logro se vio empañada por su agotamiento extremo y su sed desesperada. Durante el descenso, incluso tuvieron que comer nieve para mantenerse hidratados, ya que habían perdido parte de su suministro de agua. La preocupación por la dificultad de la bajada se apoderó de ellos.

“Estábamos contentos, pero en verdad ya no nos importaba. Estábamos preocupados por la bajada nada más y ya queríamos volver. No tenemos ni una foto, nada, ni un videito, porque no nos daban ni para eso. Estábamos realmente muertos de sed”, recuerda Víctor sobre el momento más crítico de la aventura. 

Continuaron su descenso, y llegaron a su carpa después de casi 25 horas. La hazaña puso a prueba su resistencia de maneras que nunca habían imaginado, pero habían sobrevivido. Al día siguiente, Víctor se enteró que durante el descenso uno de los japoneses con los que habían compartido, había caído 300 metros por una ladera de hielo y nieve, donde necesitaba ser rescatado, su compañero no sabía si estaba vivo o muerto. La preocupación lo invadió, perfectamente pudo haber sido uno de ellos. 

Finalmente, cuando regresaron al punto de partida, recibieron noticias de que el japonés había sobrevivido al accidente. Esta experiencia les hizo reflexionar sobre los riesgos y desafíos de la montaña, la odisea al Denali había terminado.

Victor y Sebastián en la cumbre del Denali. Fotografía de Victor Zavala.

El desafío y las enseñanzas de ir más allá

Reflexionando sobre la experiencia, Víctor y su equipo estaban conscientes desde el principio de los desafíos que enfrentarían, sin margen para sorpresas. La jornada de cumbre que involucraba moverse de un campamento a otro en un solo día se anticipaba extremadamente ardua; de hecho, el parque les había aconsejado que no la intentaran, dado que sería muy larga. Sin embargo, era su única oportunidad de alcanzar la cumbre. 

Surgió la pregunta clave: ¿hasta qué punto estaban dispuestos a llegar? Siempre empujaban sus límites, se arriesgaban más allá de lo prudente, pero entendían los riesgos y los asumieron plenamente. Por más duro que pareciera, estaban dispuestos a aceptar cualquier desafío. 

“Hablamos mucho sobre cómo podríamos haber mejorado nuestra estrategia. La única mejora posible habría sido llevar una cocinilla más pequeña para derretir nieve y tener agua, ya que la hidratación fue crucial para nosotros. Pero en general, estábamos dispuestos a hacer lo que fuera necesario”, asegura Victor.

Cuando se trata de determinar si esta ha sido una de las experiencias más difíciles, es una pregunta compleja. Según el montañista, “la dificultad puede ser física o técnica. Desde el punto de vista físico, esta ha sido una de las cosas más duras que hemos hecho, sobre todo debido a la forma en que lo abordamos: una jornada que normalmente tomaría dos días, 2.000 metros de desnivel, escalada y altitud. Así que físicamente, podría decirse que ha sido lo más exigente hasta ahora”.

El viaje de Víctor Zavala al Denali es una historia de perseverancia, valentía y pasión por el montañismo. Esta hazaña quedará por siempre en su memoria y le recordará todo lo que la montaña le ha enseñado, desde el trabajo de equipo hasta lo poco que se necesita para vivir. 

“Lo que más me gusta quizás de la montaña es que te desconectas de todo y se pierden un poco las comodidades. Se vuelve a lo esencial, a tener lo básico y con eso puedes hacer lo que tú quieras,  simplemente tirar un saco, una colchoneta, un poco de comida y listo, sin tantas comodidades te sientes un poco más vivo”, explica el escalador. 

Con tan solo 27 años, el joven montañista es un ejemplo inspirador de lo que se puede lograr cuando se persigue una pasión con tenacidad. Su historia también nos recuerda la importancia de cómo apoyar a nuestros deportistas los puede llevar muy lejos. Marcas chilenas como Andesgear, nos demuestran que el talento existe y el ascenso al Denali es un recordatorio de que las cumbres más altas sólo están al alcance de aquellos dispuestos a desafiarse a sí mismos y a superar los obstáculos en su camino.

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