Judith Pardo, la paleontóloga que rescata la historia de los ictiosaurios en la Patagonia chilena
Judith Pardo, destacada paleontóloga chilena, ha dedicado su vida a investigar y rescatar la historia de los ictiosaurios, enigmáticos reptiles marinos que habitaron la Tierra hace millones de años. Gracias a su descubrimientos la localidad de Tyndall en el sur del país se ha convertido en lugar único para la paleontología en el mundo.
Nacida y criada en la isla de Tierra del Fuego durante los años 80, Judith vivió una infancia llena de aventuras en la naturaleza, ya que la conectividad audiovisual era limitada en esa época y no había acceso a la televisión o internet. Esta falta de tecnología fue una oportunidad para explorar y conectarse con la naturaleza desde temprana edad, algo que marcaría su pasión por la ciencia y la biología.
“Me acuerdo cuando vimos Jurassic Park, llegó en VHS después de dos años de su estreno a Tierra del Fuego. Quedé impactada, quería aprender más, pero no tenía las herramientas, no había cosas que fomentaran el estudio de un niño sobre paleontología en la isla”, recuerda Pardo, a quien desde entonces le llamaron enormemente la atención los dinosaurios.
Decidió entrar a estudiar biología en la Universidad de Magallanes después de participar en un taller en el que pudo conocer los laboratorios y muchas de las cosas que implicaba estudiar para ser científica. En esa instancia recuerda con cariño haber conocido a María Soledad Astorga, ingeniera química y la primera mujer en hacer su doctorado en la Universidad de Magallanes, y quien la motivaría también a estudiar ciencias.
De hecho, al preguntarle por quienes la inspiraron, Pardo responde que la mayoría fueron mujeres científicas. Durante su carrera tuvo su primer contacto con la paleontología gracias a la profesora Eliana Cárdenas. Desde ese momento, su pasión por los huesos y la anatomía animal la llevó a especializarse en el estudio de los fósiles de invertebrados, específicamente los ictiosaurios.
Judith Pardo junto al esqueleto de la ictiosauria Fiona, el que fue descubierto en 2010 en el glaciar Tyndall y excavado el año pasado. Fotografía de Cristina Gasco.
Estos animales – a los que le dedicaría los siguientes 20 años de estudio – fueron reptiles marinos que vivieron durante la era Mesozoica, desde el Triásico temprano, hace alrededor de 248 millones de años, hasta el Cretácico temprano, aproximadamente hace 90 millones de años. Es decir, los ictiosaurios existieron en la Tierra durante casi 160 millones de años antes de finalmente extinguirse.
Tenían cuerpos parecidos a delfines, con aletas y ojos grandes. Eran cazadores ágiles que se alimentaban de peces y calamares. A medida que evolucionaron, se adaptaron a los cambios en el océano. Desafortunadamente, se extinguieron debido a factores como el clima y la competencia con otros depredadores marinos. Sus fósiles son sumamente importantes para entender la vida marina antigua y cómo evolucionó en respuesta a su entorno.
“Los ictiosaurios son animales totalmente enigmáticos, vivieron por millones de años, se adaptaron muy bien a la vida y alcanzaron el mayor grado de adaptación y evolución conocido en la historia, pero desaparecieron por completo. Ya no viven y no están emparentados con ningún animal de la actualidad. Se extinguió del todo. Entonces entender por qué se extinguió y si efectivamente no existe ninguna conexión con ningún animal en la actualidad me intriga muchísimo”, asegura Pardo.
Reconstitución de la ictiosauria Fiona por Nikolay Zverkov
Su camino hacia la especialización no fue fácil, reconoce que la investigadora Marta Fernandez de la Universidad de la Plata, fue clave para impulsar su trabajo con los ictiosaurios. En ese tiempo nadie sabía de estos animales en Chile, pero afortunadamente ella era de las pocas personas que hacían paleontología en reptiles marinos en Sudamérica.
Ya en 2004 cuando estaba por hacer su tesis de pregrado, Pardo lideró su primera expedición a los glaciares en busca de restos de ictiosaurios con solo 22 años. En esta aventura, junto a otros dos compañeros, descubrió siete nuevos ejemplares que ampliaron el conocimiento científico sobre estos antiguos seres marinos.
Según la científica, su fascinación por lo viejo tiene que ver con la idea de que se trata de seres que ya no existen. Le resulta difícil imaginarlos en el contexto actual y reconoce que, de no ser por la labor de investigación llevada a cabo por los paleontólogos, apenas tendríamos conocimiento sobre estas criaturas que carecen de cualquier conexión con los animales contemporáneos, salvo por el hecho de que ahora sabemos que las aves son descendientes de los dinosaurios.
Con el tiempo, su pasión y trabajo duro la llevaron a obtener becas para realizar su doctorado en Alemania y trabajar con reconocidos paleontólogos. A lo largo de su carrera, colaboró con destacadas figuras de la ciencia como Erin Maxwell
Proceso de excavación de la ictiosauria Fiona en el glaciar Tyndall. Fotografía de la Universidad de Magallanes.
Pardo también obtuvo una subvención del gobierno alemán para un proyecto conjunto de excavación con investigadores alemanes. Los esfuerzos colaborativos llevaron a dos expediciones en el sur de Chile, una en 2009 y otra en 2010. Durante estas campañas meticulosamente planificadas, lograron desenterrar y excavar exitosamente dos ictiosaurios, importantes fósiles de reptiles marinos, que ahora se encuentran en el INACH (Instituto Antártico Chileno).
En 2009, en el último día de su expedición, un sentido de determinación impulsó su búsqueda de ictiosaurios, ya que ninguno había sido descubierto durante toda la campaña. La perseverancia de Judith, a la que se refiere como la «fiebre del ictiosaurio», los instó a aventurarse más allá. Después de horas de exploración, mientras retrocedían hacia el campamento, se topó con la notable visión de un esqueleto de ictiosauria expuesto en el suelo: la famosa Fiona. Capturó fotografías apresuradas y se fue llena de emoción por su hallazgo.
Al año siguiente, en 2010, el equipo regresó al glaciar Tyndall con renovada determinación. Judith documentó meticulosamente su descubrimiento con dibujos a escala de los ictiosaurios. Utilizando una técnica de superposición de plástico, trazó los contornos de los huesos, dando vida a sus antiguas formas en papel. Fue durante estos esfuerzos que hicieron una revelación innovadora: la presencia de restos embrionarios en el espécimen de ictiosaurio, arrojando nueva luz sobre la biología reproductiva de estas criaturas prehistóricas.
En 2020 ganaron los fondos para excavar a Fiona y finalmente el año pasado se inició el proceso. Les llevó varias semanas debido a que las condiciones climáticas no eran las mejores, pero el objetivo se logró.
“Quisimos excavar porque de la localidad era el único espécimen que estaba completamente expuesto, se veía la cabeza, la columna vertebral y la aleta. Era la única que se veía completamente expuesta”, asegura la científica para quien ha sido uno de los momentos más gratificantes en su carrera.
En la zona se han encontrado alrededor de 80 ictiosaurios. La gran mayoría de estos fósiles se encuentran en un estado de articulación, lo que significa que las diversas partes de sus cuerpos están interconectadas. Aunque en su mayoría están compuestos de manera coherente, varios de estos esqueletos yacen semienterrados, lo que plantea incertidumbres sobre su condición exacta.
En la actualidad, se encuentra en marcha el proceso de preparación de Fiona. Este proceso implica una meticulosa labor de limpieza y extracción de la roca que rodea los huesos fósiles. Dado que el material es altamente delicado y la roca presenta una notable dureza, esta tarea se vuelve compleja y requiere una gran atención al detalle. Lamentablemente, en la región hace falta personal altamente especializado en esta área para agilizar el proceso.
Para albergar el espécimen, se ha habilitado un espacio en el Museo de Punta Arenas. Esta iniciativa representa un esfuerzo que demandará tiempo y dedicación para su completa realización. El acceso a este espacio se ha abierto al público, con el objetivo de fomentar un sentido de apropiación por parte de la comunidad.
“La idea es que la gente se apropie de esto y mi sueño es que no tengamos que salir del país para ser preparados en estos temas. El conocimiento se tiene que generar acá. La gente no puede valorar el patrimonio si no lo conoce. En ese sentido la educación es importante”, comenta la paleontóloga.
A sus 41 años, Judith Pardo es un ejemplo de perseverancia y valentía para todas las jóvenes que deseen dedicarse a la ciencia. Su pasión por los fósiles y su contribución al conocimiento de la historia de la vida en la Tierra hacen de ella una pieza clave en el desarrollo de la paleontología en Chile.
Su objetivo es claro: que el conocimiento científico se genere en su país y que los chilenos valoremos y protejamos nuestro patrimonio paleontológico. Con su dedicación y espíritu incansable, Judith Pardo continúa dejando una huella imborrable en el campo de la paleontología y es una inspiración para las futuras generaciones de científicos y científicas en Chile.
Fiona siendo preparada para su extracción. Fotogradía de la Universidad de Magallanes.
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