«Los humanos hemos amado y también hemos sufrido con el mar, pero no hay que negarlo, hay que entenderlo y quererlo»: Dra. Alejandra Mora, la primera científica en mapear los bosques de Kelp de la Patagonia

por Nov 29, 2023Medioambiente, Naturaleza, Uncategorized

En un viaje fascinante de investigación a través de las profundidades del océano austral, la geógrafa marina chilena Alejandra Mora Soto ha desvelado los secretos mejor guardados de los majestuosos bosques de kelp gigante de la Patagonia, donde las vastas extensiones de algas que bailan al ritmo de las corrientes, crean ecosistemas únicos que han perdurado a lo largo del tiempo y son esenciales para la ecología marina.

Con un Ph.D. en Geografía y Medio Ambiente de la Universidad de Oxford, Mora Soto ha dedicado su carrera a explorar y comprender estos enigmáticos bosques submarinos. Desde las gélidas aguas subantárticas hasta los idílicos paisajes de la Columbia Británica en Canadá, ha llevado su investigación a nuevas fronteras, desentrañando las complejidades de los bosques de algas del mar de Salish.

Este mes, en colaboración con destacados investigadores de México, Argentina y Chile, Mora Soto lanzó una iniciativa innovadora: una infografía que democratiza la investigación de mapeo de algas en español, allanando el camino para profesionales y tomadores de decisiones sin requerir estudios especializados. Con la visión de crear una red de mapeadores de macroalgas en español, planea un encuentro único en abril del próximo año, buscando fomentar la colaboración internacional.

– ¿Cómo partió tu interés por la geografía marina y los bosques de kelp?

Fue una coincidencia, estaba leyendo el diario de Darwin donde cuenta sobre estos huirales que están a la orilla del Estrecho de Magallanes y como yo había pasado por ahí, me llamó la atención que Darwin los mencionara porque afirmaba que estaba lleno de vida y me pregunté ¿cómo será la situación actualmente? ¿Habrán cambiado en algo? Mirando imágenes satelitales era muy claro que se podían ver, o sea, de hecho se pueden ver los huirales cerca de la orilla, entonces ahí nació mi idea de, bueno, si son bosques de algas que tienen tanta vida, entonces se podría expandir el mapa de la biodiversidad chilena haciendo un mapa de los bosques de huiro. 

– ¿Cuándo comenzó todo esto? ¿Cuándo te involucraste  por primera vez?  

El 2017 comencé mi doctorado, pero debo decir que existen grupos que han estado investigando los huirales desde hace mucho tiempo. Hay algunas expediciones clásicas que se hicieron en los años 70 y 80 como en el archipiélago del Cabo de Hornos y la isla Navarino. Entonces había trabajo hecho en la zona, pero los huirales no estaban mapeados en la cartografía oficial. Nadie había mapeado. Normalmente eran investigadores, biólogos marinos, buzos, que se meten al agua, sacan muestras y hacen estudios a lo largo de un gradiente. Pero la extensión de un ecosistema es otra historia. Eso era algo que no se podía hacer con la tecnología anterior. Actualmente la tecnología facilita ese mapeo. 

– En ese sentido,  ¿cómo se mapea el mar?

Las imágenes satelitales actualmente son muy accesibles, es solamente cómo saber trabajar bien con ellas. El mar tiene hartas dificultades comparado con la tierra. En tierra uno ve dónde está la distribución de ciertas especies y la vegetación es muy distinguible con imágenes satelitales. En el mar es un poquito más complicado porque es una señal que está mezclada con agua y también como son ecosistemas que están en el borde de la orilla también hay que saber muy bien distinguir dónde empieza la tierra y dónde empieza el mar, para poder distinguir dónde está el ecosistema marino tienes que saber muy claramente cuál es el límite de lo marino. Hay algunos lugares que son más complicados que otros. Cuando aumenta y baja la marea en un roquerío, en un acantilado, el límite del mar va a ser siempre el mismo, el espacio donde empieza lo marino es siempre el mismo porque sube y baja la marea ahí, pero en espacios donde la marea es mucho más amplia, entonces ¿dónde empieza el límite? Para los que nos dedicamos a esto significa una gran dificultad.

– ¿Cómo fue sumergirte en el Estrecho de Magallanes  por primera vez? 

Fue muy bonito. En el verano de 2019 fue la primera vez me metí a bucear dentro de un bosque de huiros en el Estrecho de Magallanes, en una campaña en la cual estuvimos trabajando con mi colega Mauricio Palacios. Fue una experiencia muy bonita porque los bosques del Estrecho de Magallanes son preciosos. Es como un espacio de paz, de mucha luz y de una energía muy suave. Afuera hay una corriente enorme, pero por dentro se siente como estar dentro de un bosque. La forma en la que entran los rayos de luz por el dosel, es una experiencia muy bella.

 – Desde entonces has avanzado a paso firme con tu investigación ¿cómo ha evolucionado tu carrera desde la obtención de tu doctorado en Geografía y Medio Ambiente en Oxford, hasta tu papel actual como investigadora postdoctoral en la Universidad de Victoria en Canadá?

Tengo la suerte de que estoy trabajando en cosas muy parecidas. He pasado de trabajar en espacios subantárticos desde la Patagonia hasta las Malvinas. Estuve haciendo mi investigación de doctorado en latitudes subantárticas desde la Patagonia hasta las Malvinas, y ahora estoy enfocada en la Columbia Británica que está en el lado pacifico de Canadá, que es un ecosistema muy parecido al sur de Chile. Estoy viviendo en la isla de Vancouver, que se parece mucho a la isla de Chiloé, y estoy trabajando en el mar de Salish, que es muy parecido al mar interior de Chiloé en muchos sentidos. Entonces, lo que estoy haciendo acá es este mapeo de información espacial con la misma pregunta: bosques de algas que están permanentes, amenazados y que podrían generar una buena restauración. 

Todas esas experiencias se van a traducir también en aprendizaje que voy a poder aplicar en el futuro, idealmente en Chile. Además, hemos conversado con colegas que están trabajando en temas similares en Estados Unidos y Canadá, eso logramos condensarlo en un mapeo de algas que acumula la información con las reflexiones de varios colegas. Nos juntamos todos los años y conversamos, nos ponemos al día con lo que más aprendimos. 

Hace poco, de hecho, hicimos el lanzamiento de una infografía para profesionales y tomadores de decisiones que quisieran llegar a hacer investigación de mapeo de algas por su propio camino y sin tener que pasar por un doctorado, sino que pueden tener herramientas mucho más aplicables. Y lo bueno también de este proceso es que lo tradujimos al español. Entonces, también con la intención de que más colegas de países como Perú, Argentina o Chile puedan utilizar más o menos las mismas guías, las mismas ayudas de manera que se les facilite la vida.

Dra. Alejandra Mora en terreno.

Sobre desafíos y oportunidades para los bosques de kelp

– Con el auge de la industria del hidrógeno verde en el Estrecho de Magallanes, ¿cuáles crees que son los posibles impactos y desafíos para los bosques de kelp?

Hay harto desconocimiento. El año pasado salió una carta abierta de distintas organizaciones pidiéndole al presidente Boric que hubiese más información. Pero también había una estimación de áea que parece que no estaba muy bien calculada. Se había establecido como muy poco probable que se explotaran 13.000 kilómetros cuadrados, y si analizas eso, es como la completa extensión del lado chileno de Tierra del Fuego. Entonces, hay algo ahí que puede ser una equivocación o está medio oscuro, y si fuese verdad, sería terrorífico. Nadie sabe muy bien exactamente qué significa el impacto que va a ocurrir. 

Ahora, habiendo dicho esto, los bosques de algas han sobrevivido y eso es algo que forma parte de mi motivación, comparamos cartas náuticas donde se observa que existen desde hace 200 años y actualmente están en los mismos sitios. Han sobrevivido a la industria peletera y a la industria ballenera. Más tarde se creó una ciudad, o sea hace 200 años no existía Punta Arenas y ahora existe una ciudad grande. Entonces los bosques de algas son bien resilientes, un factor importante es que las temperaturas no han aumentado mucho en la Patagonia y esto hace que se mantenga como una especie de refugio climático global.

– En ese sentido, ¿cuáles son los aspectos más destacados que pudieron identificar del estudio de los bosques de algas?

Los bosques de algas de la Patagonia tienen la suerte de contar con buena salud en términos generales, en comparación con otros lugares del mundo en los cuales están desapareciendo muy rápidamente por el aumento de las temperaturas y porque han habido mayores especies invasivas que se aprovechan de que las temperaturas son más altas y entonces terminan comiéndose el bosque de algas. Eso está ocurriendo en particular en Australia y California, hay demasiados estresores causados por el aumento de las temperaturas, que están haciendo que sean invadidos por especies mejor adaptadas. Algunos lugares han desaparecido muy dramáticamente en los últimos años.

En Patagonia ha ocurrido algo interesante, de que los mismos pescadores han pedido una protección al bosque de huiro, que es algo distinto a lo que está pasando en el centro y el norte de Chile, donde los bosques de algas están siendo explotados muy salvajemente. Pero en el sur, las mismas personas han pedido la protección de ese ecosistema para poder proteger también otras especies que están asociadas como la centolla, lo que también significa proteger esa pesquería.

Por otro lado, ¿cuáles son los principales desafíos que se identificaron?

Es un desafío importante poder expandir el área protegida que normalmente está en tierra. Hay que expandir entonces este ámbito de protección hacia el ámbito marino porque esta continuidad entre la tierra y el mar se da a través del huiral. El huiral está en las rocas a la orilla del mar y absorbe en gran medida los nutrientes que salen desde los bosques alrededor. Los lobos marinos y las aves también están entregando a través de sus deposiciones fecales sus nutrientes, los que son absorbidos por los hirales para crecer. Entonces, están en esa interacción entre tierra y mar y necesitan esa protección, obviamente.

Dra. Alejandra Mora.

 

– Hoy en día eres asesora científica de la Fundación Patagonia Azul. ¿Cómo se traduce la investigación científica en acciones prácticas para la conservación marina? 

Es interesante. La forma de hacer ciencia normalmente es siempre preguntarse dónde está lo que no sabemos. Y hay mucho que no sabemos. Al saber más, podemos tener mejores respuestas. Con mejores respuestas podemos también tener esta información que los tomadores de decisiones necesitan para poder aplicar políticas públicas. Entonces, mi área de experticia es el tema del mapeo. Entonces, con eso uno puede decir cuáles son los ecosistemas que se encuentran amenazados, en peligro, desaparecidos. Y puedo entonces generar esta información que puede levantar alarmas para tomadores de decisiones para aplicar ejercicios de control, de fiscalización, de áreas marinas protegidas. Identificar dónde están estos hotspots de biodiversidad, lugares que son más permanentes, que albergan mayor cantidad de especies asociadas. Entonces, sí, toda esa información científica en el fondo se traduce en desafíos concretos. 

– Por último, ¿cuáles son tus planes y expectativas para futuras investigaciones en el campo de la geografía marina y los bosques de algas?

Me gustaría mucho que más personas se acerquen al mar. El mar está sufriendo muchos problemas en muchos sentidos porque al final todos los impactos que nosotros hacemos en tierra están llegando al mar. Pero siempre he tenido la sospecha de que el mar como es tan resiliente y es tan inmenso también existen las claves como para la recuperación de nuestro planeta. Y hay que buscar esos nuevos caminos alternativos para tener una relación más saludable con el mar.

Siento que hay muchas comunidades costeras que han vivido miles y miles de años a la orilla del mar, viviendo de los recursos del mar, viviendo y entendiendo el mar. Es un encuentro ahí de energías que son muy diferentes. Los humanos históricamente hemos amado y también hemos sufrido con el mar por muchos motivos. Pero negar el mar, yo creo que eso es lo difícil y dramático. No hay que negar el mar, hay que entenderlo, hay que abrazarlo, hay que quererlo. Entonces, me gustaría que más personas en Chile nos acercamos, estudiemos, busquemos la forma de conexión y que generemos estas formas de vida más amables.

 

 

 

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