La impresionante arquitectura sustentable de bambú del chileno Pablo Luna
Hace seis años el chileno Pablo Luna fundó su estudio de arquitectura en Bali, un proyecto que tiene al bambú como su material emblemático y que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la espiritualidad en la sustentabilidad.
Pablo Luna o Pablo Zalaquett, vive en una casita de madera en Bali que casi podría ser una pieza. Duerme con la puerta abierta. Afuera solo hay campos de arroz y sus únicos vecinos son los insectos que se escuchan por las noches.
Decidió usar un seudónimo porque tiene el mismo nombre que su padre, un político chileno con su propia agenda y de quien se quiso desligar un poco. Fue una noche conversando con amigos cuando se dio cuenta que la luna lo inspiraba muchísimo: es cambiante, afecta al movimiento del mar y los estados de ánimo. Resonaba con su personalidad, así que fue Pablo Luna el nombre profesional que escogió para él y su estudio.
El chileno llegó a Bali hace siete años y medio después de haber vivido un tiempo en Nueva York con su familia. Antes de irse a Estados Unidos había alcanzado a estudiar dos años de Ingeniera Comercial en Chile, pero no le gustó para nada. Ya en la gran manzana y con 21 años, entró a estudiar a la Universidad de Columbia.

“Cuando llegué a Nueva York todo cambió porque cambió la sociedad. No me sentía juzgado, dejé de lado muchos miedos, llegué a una universidad donde mucha gente es valiente. Empiezas a explorar la vida, a desafiar, a mirar con pensamiento crítico”, afirma Pablo Luna.
Después de probar diferentes cursos se fue por la arquitectura. «La escogí porque tiene una parte poética y otra funcional, y resoné mucho con eso. Ahí me enamoré y decidí irme por ese camino», cuenta el arquitecto.
Alcanzó a estudiar cuatro años cuando conoció a un millonario balinés de ideas visionarias que quería crear una escuela no tradicional y un hotel completamente de bambú. Necesitaban un arquitecto y Pablo estaba disponible. Se fue a Bali y trabajó con él durante un año y medio. Lo ayudó a construir estructuras dentro de su hotel y varias casas.
Cuando llegó a Indonesia no tenía idea lo que era trabajar con bambú, ahí escuchó por primera vez lo que era la sustentabilidad. Hoy, para Pablo el concepto tiene cinco pilares: el económico, el social, el medioambiental y el espiritual. “Hay que entender que cuidar el medioambiente es cuidarnos a nosotros mismos y yo creo que todos lo sabemos, pero nos olvidamos de repente”.

Con esa idea nació Pablo Luna Studio y la cual tratan de aplicar en todos sus proyectos. Actualmente el equipo de construcción está compuesto por los mismos maestros que lo acompañaron desde el principio. “La historia del estudio ha sido de mucho esfuerzo, empezó hace seis años y no paró”. Hoy el equipo es también un gran grupo de amigos.
El estudio trabaja y explora distintos materiales, pero el bambú es su material emblemático. El arquitecto dice que no existen dos bambús iguales, cada vez que tienen que ir a la fábrica para encontrar los que van a usar, muchas veces cambian las cosas en la construcción.

“Se requiere mucho talento para trabajar con él para hacer cosas complejas, pero al mismo tiempo se pueden hacer cosas sencillas, se usa mucho acá en la arquitectura local”, afirma el arquitecto, “a mi me apasiona, le da un carácter a nuestra arquitectura que es más femenino”.
Durante la pandemia fue cuando más crecieron. Distintos hoteles los empezaron a contactar, clientes con dinero que están tratando de contribuir en la creación de proyectos que vayan de la mano con la naturaleza como retreats centers y lugares de healing.
La idea de Pablo es que cuando alguien llegue a uno de sus retreats centers entienda, por ejemplo, cómo fluye el agua que sacaron de la tierra y que volvieron a inyectar en ella, cómo funcionan los paneles solares, la orientación de los edificios, los jardines de permacultura, entre otras cosas.

Al momento de crear una nueva obra el estudio tiene dos grandes parámetros a seguir: la naturaleza y el cliente, con el que siempre llevan a cabo un proceso de educación. “El arquitecto no va y hace lo que le pidan, hay una conversación, hay como una vibración casi y en base a eso ponemos ciertas reglas que van según el contexto”.
Hace poco les tocó un caso en el que un cliente les pidió construir en una isla cerca de un acantilado. El equipo pudo ver que todas las construcciones presentes eran tremendas y habían tenido que alterar el terreno. Decidieron que no querían alterar el paisaje. Se pusieron la regla de que su proyecto no tuviera más de cinco metros de alto, cosa que cuando se mirara desde el mar no se percibiera .
“Vimos que las formas, inspiradas en este caso en la naturaleza, fluyeran con lo que estaba pasando en la tierra cosa que parezca uno y se mimetice, que el ojo casi que no lo mire. Eso también es respetar al pescador y al lugar”, cuenta Pablo.

“Cada creación es todo un proceso de traer algo al mundo y en la que uno se descubre mucho y ahí vas creciendo. A mi me encanta la arquitectura, pero mi gran pasión en la vida es como la de todos, ser feliz, estar presente, compartir, ser una persona cariñosa, abierta, que se descubre, que es honesta”.
Pablo reconoce que ha tenido una vida privilegiada, sin embargo llegar a donde esta no fue fácil. Su empresa quebró dos veces, pero volvieron a surgir con esfuerzo y dedicación. Por eso el arquitecto le hace un llamado a la gente a hacer lo que les apasiona: «hoy día estamos en la mejor etapa en la que se ha estado en el mundo y sí hay muchas oportunidades entonces es el momento para jugársela por lo que uno cree y también para entregar y no solo preocuparnos de nosotros”.
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