Organización comunitaria para un buen vivir: ¿cómo avanzar hacia ciudades regenerativas?

por Sep 30, 2022Destacados, Medioambiente, Naturaleza, Portada

La sequía, la pandemia, el crecimiento poblacional y la demanda por recursos naturales han deteriorado la calidad de vida en los entornos urbanos. Muchas personas en los últimos años han decidido migrar de la ciudad en busca de mejores oportunidades, contrario a la tendencia de los últimos 100 años, es posible que con el avance de la desertificación y la contaminación del medio ambiente sean muchas más las personas que decidan dejar las urbes. ¿Qué consecuencias tiene? ¿Cómo podríamos hacer de nuestras ciudades entornos agradables que nos proporcionen bienestar y ayuden a combatir el cambio climático? ¿cómo cohabitar con la naturaleza? 

¿Te imaginas cambiar el despertar de las bocinas por aves fuera de tu casa? ¿Caminando por entornos verdes, rodeado de flora nativa? Este es el sueño de varias personas, sobre todo para quienes disfrutamos el contacto con la naturaleza. Sin embargo, la creciente demanda por la vida en lugares naturales ha significado el aumento de parcelaciones en entornos naturales, un fenómeno con escasa normativa que fragmenta y deteriora irremediablemente lugares que hasta ahora se han mantenido prístinos o libres de contaminación, y que además albergan delicados ecosistemas.

En nuestro país, el número de parcelaciones en zonas rurales ha ido en aumento considerablemente los últimos años, sobre todo después de la pandemia. Publicidad, letreros, carteles en el camino, y hasta en redes sociales se puede ver como distintas empresas ofrecen exclusivos recintos, rodeados de bosques y a la orilla de ríos y lagos. 

Con el teletrabajo muchas personas tomaron la oportunidad de migrar de la ciudad en busca de mejor calidad de vida. No se tienen cifras exactas, pero la realidad ha dejado en evidencia que estamos enfrentando uno de los problemas ambientales más severos que atraviesa el país actualmente, debido a la pérdida de biodiversidad y fragmentación de ecosistemas. Esto ha elevado la preocupación de distintas organizaciones civiles y académicas y hace unos meses, también desde el gobierno, luego que el  Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), anunciara nuevas regulaciones para parcelaciones en predios agrícolas. 

El caso del Río Andalién: una estrategia para la regeneración y habitar sostenible

Antes de escapar de las ciudades y su turbulento devenir, nos preguntamos si existe la posibilidad de mejorarlas; de generar mejores condiciones de vida para las personas, de forma transversal y accesible. La respuesta es: sí, y se viene haciendo hace muchos años, pero hace falta detenerse, mirar qué hemos hecho, qué necesitamos, y cómo hacerlo diferente.

Fotografías de Instagram @fundacionmanzanaverde

 El caso del Río Andalién: una estrategia para la regeneración y habitar sostenible

Antes de escapar de las ciudades y su turbulento devenir, nos preguntamos si existe la posibilidad de mejorarlas; de generar mejores condiciones de vida para las personas, de forma transversal y accesible. La respuesta es: sí, y se viene haciendo hace muchos años, pero hace falta detenerse, mirar qué hemos hecho, qué necesitamos, y cómo hacerlo diferente.

El Río Andalién es un curso de agua ubicado en la Región del Bío Bío que pasa entre las comunas de Talcahuano y Penco, desembocando en la bahía de Concepción. Todo esto es una zona altamente urbanizada que concentra gran parte de la población del país. Allí, Oscar Ronnie Carrillo, de la Fundación Manzana Verde, desarrolló, junto a un equipo multidisciplinario, una propuesta de restauración de la cuenca, altamente contaminada y deteriorada por la actividad industrial y forestal, que actualmente constituye más de la mitad de la cobertura vegetal total, y recuperar la salud de este territorio en distintos niveles. “A nivel ecológico esto implica establecer las dinámicas naturales del río: recarga de napas, planicies de inundación y biodiversidad; a nivel urbano implica disminuir la segregación y marginalización de los barrios ribereños: dotarlos de accesibilidad a derechos básicos y recuperar los espacios públicos internos. A nivel particular nuestra propuesta implica reconectar a los habitantes de Concepción con su Río Andalién con enfoque en la sustentabilidad”, señala Carrillo.  En resumidas cuentas, recuperar la salud ecológica y proporcionar bienestar a todos quienes habitan  mediante el ordenamiento territorial.

Teniendo en cuenta la situación particular de esta cuenca y el daño antrópico que había acumulado con el pasar de los años, se diseñaron distintos tipos de estrategias, según zonas, para manejar y regenerar de manera óptima este entorno. Se dividió así en estrategias según: Zonas de Cero Impacto, que se aplican en franjas ribereñas principalmente donde se deja actuar a la naturaleza sin intervención humana; Zonas Plan de Manejo Consensuado, donde se deberá hacer un trabajo participativo con las y los dueños o comunidades para definir el grado de restauración de bosque nativo, aplicando compensaciones y apoyos económicos para la reestructuración del ecosistema; y Zonas de Uso Productivo, en donde se priorizan actividades productivas sustentables.  Con todo este plan se espera crear un entorno donde humanos y naturaleza coexistan armoniosamente y, lo más importante: dejar el lugar mejor de lo que estaba. “Para lograr revertir el desastre ambiental, debemos entender que las actividades  humanas, sus efectos y sus riesgos, viajan a través del territorio (principalmente a través de los flujos de agua), afectando a todos los ecosistemas que se encuentran conectados en la cuenca”, enfatiza Carrillo.

Fotografías de Instagram @fundacionmanzanaverde

Para el arquitecto, esto no es nuevo, la urbanización regenerativa o el desarrollo a escala humana es algo que lleva muchos años desarrollándose en la teoría y en la práctica.  “El cómo hacer un hábitat sustentable ya está hecho, hay modelos que se han ido implementando y son aplicables”, señala. “Si entendemos  cómo están los ecosistemas, entendemos qué es lo que necesitamos. El entorno natural ya está hecho bolsa, en su mayoría, pero podríamos aprovechar y crear ciudades en los predios forestales con un objetivo regenerativo: plantar nativo, reemplazo de cultivos, recuperar cabeceras de cuencas y bordes ribereños, humedales, corta fuego, etc”, agrega el miembro del directorio de Fundación Manzana Verde. 

Según Carillo, algunos de los elementos indispensables para crear entornos urbanos regenerativos son los huertos comunitarios, mejorar el arbolado de la ciudad, fortalecer corredores biológicos y verdes en las ciudades. Mejorar el acceso de áreas verdes grandes: parques, áreas protegidas, santuarios, etc.

Actualmente, distintas comunidades de Penco-Lirquén, presentaron a la municipalidad una propuesta y campaña para instalar un parque comunal dentro del “Área de Conservación Privada Queules de Penco y Tomé”, bajo el nombre de la campaña #ParqueParaPenco. Esta área protegida está conformada por territorios de las comunas de  Tomé, Coelemu y Penco, y la mayor parte pertenece a esta última ciudad, cuyas áreas verdes no superan los 2 m2 por habitante, muy inferior a los 9m2 recomendados por la Organización Mundial de la Salud.  “Es imprescindible la planificación. Un accionar mancomunado en el territorio, tomar la problemática y establecer soluciones juntos”, señala Carillo y eso fue lo que intentaron poner en práctica en este proyecto que podrá a beneficiar a toda la comunidad.

El proyecto aún está en etapa de tramitación,  desde Forestal Arauco se manifestaron con voluntad de trabajar en un parque, que comenzará con una  mesa de trabajo en conjunto a autoridades regionales y miembros activos de la comunidad. Recientemente, la organización comunitaria #ParqueParaPenco ha gestionado reforestaciones para el sector, recientemente plantaron un conjunto 230 árboles y arbustos nativos en el sector, contribuyendo así la restauración ecológica y espiritual de este territorio.

Fotografías de Instagram @casaelmanzano

Las ecoaldeas y sus enseñanzas para habitar en coexistencia con la naturaleza

El Manzano es una ecoaldea ubicada en la comunidad de Cabrero, en la Región del Biobío. Una iniciativa que comenzó el 2005 y que, a pequeña escala, conforma en comunidad un modo de vida fuera de las ciudades y en comunión con la naturaleza. Su principal fuente productiva es la agricultura regenerativa; generan la mayoría de sus alimentos y  gestionan sus residuos. Tienen cultivos de legumbres, cereales, frutas y verduras, casi todo lo que consumen lo producen ahí o muy cerca. “La principal característica de las ciudades es que gastas mucho y necesitas mucho afuera. Que algo sea regenerativo, significa que todas tus necesidades humanas son satisfechas y dejas el lugar mejor de lo que lo encontraste”, afirma Jorge Carrión, de Casa El Manzano. 

Con 17 años entregado a este proyecto, cuenta que el mayor aprendizaje que ha tenido, ha sido tomar conciencia respecto a sus necesidades. “Lo primero es ser consciente de lo que necesito: ¿Cómo lo satisfago? ¿Dónde lo hago? ¿Dónde se bota?”, esas preguntas, para Carrión son claves para comenzar a diseñar entornos sostenibles y con perspectiva regenerativa. 

Por lo general, las ecoaldeas se tratan de asentamientos humanos, a pequeña escala, donde se incluyen todos los aspectos necesarios para subsistir y se producen de forma respetuosa al entorno. Esto también incluye distintos tipos de economía y organización comunitaria.  “La clave está en diseñar estrategias para ser lo más resilientes posibles, y menos vulnerables en general”, señala Carrión. De momento, el mayor desafío para la comunidad es potenciar escuelas y centros educativos para los niños y niñas del lugar para darle perspectiva generacional a este proyecto.

“Vivir en el campo no necesariamente te hace mejor amante de la naturaleza, hay que re entrenarse, en una cultura que nos enseña a competir, gastar y ensuciar,  y aprender a sustentarse de otro modo. Por eso es tan importante la educación”,  enfatiza Carrión.

Fotografías de Instagram @Mapochovivo

Regenerando el río en medio de la ciudad

Entre enormes edificios, carreteras y autopistas corre el Río Mapocho, amurallado hace más de 30 años. Su mala fama y la significativa disminución de su caudal desde hace varias décadas han desencantado a los habitantes del gran Santiago con su principal curso de agua. Sin embargo, un grupo de entusiastas decidió ponerse manos a la obra y trabajar por regenerar uno de los ríos más deteriorados del país. 

Luego de doce años de trabajos y una inversión superior a los $US 1.000 millones,  la empresa Aguas Andinas contribuyó con la descontaminación general del cause del Mapocho al terminar con los ductos de aguas servidas que vertían el agua contaminada directamente al río, generando problemas de salud y olores.

Hoy hay quienes buscan ir más allá en devolver la salud ecológica del Mapocho. Desde 2020, la organización Mapocho Vivo trabaja arduamente por la regeneración de la cuenca que atraviesa 16 comunas de toda la Región Metropolitana, altamente urbanizadas, donde pareciera ser que la relación con la naturaleza y las personas está bastante alejada.

Pero el río Mapocho está vivo. Recorre más de 110 kilómetros, donde habitan peces, aves, mamíferos y reptiles, sin pasar por alto gran variedad de flora silvestre. Biodiversidad que es estimulada con los trabajos de limpieza e introducción de especies nativas que hace Mapocho Vivo.

Joaquín Moure, fundador de la organización, ve en este río una opción muy concreta para transformar nuestra relación con la naturaleza desde la ciudad, o mejor dicho, tener más naturaleza dentro de ella. “Desde la industrialización se le ha dado la espalda a la naturaleza, pero últimamente las grandes ciudades se han dado cuenta que ella nos mantiene vivos, y colabora un montón con brindar servicios ecosistémicos y mejorar la calidad de vida de las personas. Al recuperar espacios gana la naturaleza y ganamos nosotros”, señala Moure. 

La apuesta es alta, además de recuperar la vegetación y cauce del río, pretende ser un punto verde dentro de la ciudad, para Moure recuperar el borde del río es añadir un parque urbano a la ciudad: “además se riega solo en plena sequía, es un pulmón verde, que ayuda a bajar las temperaturas en las épocas de más calor; aumenta el oxígeno en invierno con la contaminación, cuando el aire está más sucio; purifica el agua y conecta comunas al poniente y oriente”.

Darle espacio a la naturaleza dentro de la ciudad puede ser una opción muy concreta para mejorar la calidad de vida de estos espacios y no simplemente escapar de ella.

Aunque para problemas complejos se requieren soluciones complejas, habitar tanto en el campo como en la ciudad es un desafío si queremos hacerlo de forma regenerativa, porque supone reformular completamente nuestra relación con la naturaleza y hábitos de consumo,  desde dónde estemos podemos aportar en esta causa y transformarnos en agentes regenerativos. Tanto Carrión, Moure y Carillo, desde sus respectivas organizaciones,  coinciden en lo fundamental que es la educación y un profundo cambio de conciencia en nuestra forma de habitar el territorio. 

“Darle espacio a la naturaleza, al río más grande que pasa en la ciudad, solo traerá beneficios. Beneficios para las especies que lo rodean, y el gran ecosistema que alberga el valle de Santiago. Mientras más espacio le demos, mejor vida vamos a tener nosotros como seres humanos”, enfatiza Moure. Esperamos que con el tiempo estas iniciativas que dan lugar a la naturaleza y a un hábitat diferente, se multipliquen por todo el territorio. 

 

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