Chasquis: corredores andinos y mensajeros del Imperio inca a inicios del siglo XV
Por definición, los chasquis son mensajeros personales que transmitieron órdenes y noticias al Imperio inca, de un lugar a otro. El territorio abarcaba desde Colombia hasta Chile, y se extendía 40.000 kilómetros a través de caminos esenciales que facilitaban la comunicación e información. No obstante, encontrar la historia perdida de la cultura andina y rescatarla ha sido la labor principal del chileno Diego Vergara Lira, diseñador industrial de profesión y arqueólogo de corazón que busca en primera instancia reivindicar el nombre original de los corredores de las montañas de los Andes.
Diego Vergara Lira estudió Diseño Industrial en la Universidad Diego Portales y realizó su proyecto de título en “Refugios Modulares para Alta Montaña y Áreas Remotas”. Cuenta con una residencia en China de tres años (Cantón, Guangzhou), junto a pasantías de energía sustentable en Irlanda, de diseño textil en India y de artes marciales en Japón. Por otro lado, es artista, herrero, escultor y profesor universitario.
Pero las calzadas eran de uso exclusivamente oficial y recorridas a diario por los chasquis, hombres jóvenes con buen estado físico que eran escogidos para ser los principales mensajeros a lo largo de todo el Imperio inca. Eran seleccionados para entrenar a muy temprana edad, bajo estrictas condiciones. Viajaban entre 10 a 15 kilómetros hasta llegar a un tambo, donde se abastecían con alimentos y descansaban hasta llegar a la siguiente. Por ejemplo, 25 corredores podrían cubrir hasta 240 kilómetros diarios y viajar 2.000 kilómetros en una semana, y los españoles estaban tan impresionados con la eficiencia del sistema, que la labor de los chasquis permaneció activa durante el Virreinato del Perú.
El tema está en que la historia reconoce a los chasquis como mensajeros principales, pero no se ve más allá. Por ello, el chileno Diego Vergara llegó a reivindicar la labor ancestral en la sociedad, a través de diversos proyectos informativos en terreno.
“Cuando uno camina por un sendero en la cordillera, en verdad estás pisando las mismas huellas de los chasquis hace 500 o 600 años atrás, y eso a mí me produce una tremenda emoción y unas ganas inconmensurables de buscar la historia perdida de nuestra cultura andina, para así, poder rescatarla”, afirma Vergara, quien desde la infancia adora la montaña.
Su carrera predilecta era arqueología, porque sin darse cuenta, llevaba en su sangre el deseo de develar el misterio andino que está presente en los Andes centrales -donde estuvieron los chasquis-, manteniendo una relación histórica y científica a través de la recolección de vestigios vivos que pertenecían a los pueblos originarios.
“Si vamos ahondando, más allá de ser corredores andinos, los chasquis eran personajes que vivían en la montaña y que permitían la comunicación dentro del Imperio inca, donde también permitían la exploración de lugares muy salvajes, indómitos y lejanos”, mencionó Vergara.
De hecho, según Diego Vergara, si un trail runner se identificara con la cultura chasqui en su esencia, sería un mejor atleta y llegaría a niveles más altos en récords: “Lo que nos falta es tomar desde la perspectiva del deporte la cultura ancestral precolombina. Puedo hacer el mismo desafío deportivo, pero voy con un switch distinto que me hace proteger, conservar y reivindicar la memoria de los chasquis. Podemos fusionar el deporte con nuestra cultura, siendo conscientes de que estamos subiendo una montaña sagrada de los Andes, y ese es el equilibrio perfecto”, comentó.
Pero además de ser grandes deportistas y mensajeros, eran grandes maestros espirituales en la participación de la Capaq Cocha una de las ceremonias más importantes que se realizaban en el Tawantisuyu (Imperio inca), donde veneraban la gratitud del dios Inti o Huiracocha. Si el dios Inti era el sol, buscaban las altas cumbres para poder estar más cerca de él, y esas eran las cumbres de las montañas. Uno de los más importantes centros ceremoniales en la cordillera de los Andes, e inclusive, de Sudamérica, está ubicado en el territorio chileno: Apu Wamani, más conocido como Cerro El Plomo.
“El chasqui era el único que podía llegar hasta allá porque conocía sus rutas y senderos al revés y al derecho. Y en esas situaciones, llevaba a los habitantes -incluso niños- que se ofrendaban en el Capacocha. Por ende, el chasqui que participaba de estas ceremonias era mucho más instruido en la espiritualidad y religiosidad de las ceremonias incas”, sostuvo Diego Vergara. Existieron muchos tipos de chasquis, pero existió un grupo específico de ellos que se acercó y guió al resto de las personas hacia esa espiritualidad propia de la cultura andina.
“Si nosotros entendemos en carne y hueso cómo los chasquis subían Los Andes, vamos a lograr respetar nuestro deporte de montaña y nuestra cultura, transformándonos no solamente en excelentes deportistas, sino también, en personas con un nivel cultural y de empatía mucho más alta”, sostuvo el aficionado al alpinismo.
Para lograr este desafío, deben conservar el origen de toda su magnitud, documentando cada paso que den en honor a la memoria de los chasquis. Para ello, buscan trabajar codo a codo con los mejores exponentes de la comida peruana para entender cuáles eran los ingredientes de las raciones de marcha originales, hablar con una tejedora que utilice lana de alpaca o de llama y una persona que trabaje el cuero de llama para confeccionar ponchos y sandalias con los mismos elementos que los corredores andinos necesitaron.
“Es un proyecto que para nosotros tiene ese corazón y espíritu de devolver el significado de nuestra cultura andina a través de este ejercicio, que puede terminar en documentales o libros que estén al alcance de todas las personas para que entiendan esta historia y así reivindicar nuestra historia que es preciosa y que nos inspirará a todos”, manifestó Diego Vergara.
Para Diego, los chasquis de la zona central no eran sólo mensajeros del Imperio inca, sino que también, eran exploradores que podían entender la cultura de montaña y contar lo que veían. Con una ropa muy precaria y un equipamiento básico, han logrado prevalecer en la historia, y la labor principal del amante de las montañas de Los Andes, Diego Vergara, es reivindicar la memoria de estos superhumanos que dejaron rastros ancestrales en nuestras tierras.
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