Vivir el Willka Kuti (año nuevo andino) entre comunidades indígenas del salar de Uyuni
Lo que comenzó como un viaje de exploración y aventura, terminó siendo una experiencia profunda de intercambio cultural y contacto místico con el sol. Con mi novia norteamericana y un puñado de extranjeros tuvimos la dicha de participar de la ceremonia del solsticio de invierno entre comunidades indígenas de los alrededores de Uyuni, una experiencia mágica que nos transformaría para siempre.
Cuando llegamos a Uyuni decidimos no contratar agencias turísticas para ir descubriendo el lugar poco a poco y escuchando a sus habitantes. Los primeros días alojamos en un hotel de la plaza principal e hicimos amistad con Markn, un joven francés, en el vehículo compartido que pagamos para visitar las lagunas, termas y volcanes característicos de la zona.
Conversando con los locales en nuestros paseos por la ciudad conocimos a David, un lugareño de Uyuni dedicado a hacer rutas para los turistas, quien se convirtió en nuestro guía y nos recomendó quedarnos en un hotel hecho completamente de sal a las afueras de la ciudad.
Cuando llegamos al lugar, un atardecer maravilloso nos recibió. El cielo era el más hermoso y puro que he visto en mi vida. A 3000 metros de altura y sin contaminación lumínica las estrellas eran un espectáculo místico. El lugar era tan hermoso que me inspiró a pedirle matrimonio a, en ese entonces mi novia y actual esposa, Elizabeth- ¡Me dijo que sí! Celebramos en el hotel con otros chilenos y franceses que se quedaban ahí, compartimos experiencias de viaje y también recomendaciones de lugares donde visitar.
El solsticio de invierno
Todos habíamos escuchado desde que estábamos en Uyuni que teníamos suerte de estar ahí justo en la época del solsticio de invierno, instancia importantísima para las comunidades indígenas del lugar, quienes veneran al sol y su energía. Conversamos con nuestro guía David acerca de nuestro interés por el solsticio y se ofreció a llevarnos a vivir una experiencia que prometió sería inolvidable.
El 21 de junio de cada año ocurre el solsticio de invierno en el hemisferio sur. Es decir, el día más corto del año y donde el sol se encuentra en su punto más lejano al sur del ecuador. En consecuencia, desde tiempos ancestrales que las comunidades indígenas aymara celebran en esta fecha el año nuevo andino, amazónico y del chaco, también conocido como el «Willka kuti»- el retorno del sol-, que en aquel 2018 correspondía al año 5526 en su calendario.
Este “regreso del sol” simboliza para las comunidades andinas, la recepción de renovadas energías cósmicas y también el regreso de un nuevo ciclo agrícola
Inmersión cultural en el Willka Kuti
A las dos de la mañana comenzamos un viaje de una hora y media en camioneta desde el hotel de sal a la Isla Incahuasi donde esperábamos ver la subida del sol. En quechua, Incahuasi significa “La casa del Sol”. La isla se encuentra en el medio del salar más grande de Uyuni, al cual los lugareños se refieren como un mar por su inmensidad. La Isla Incahuasi está justo en el medio del salar y resalta por estar poblada por muchos cactus milenarios que miden en promedio 12 metros de altura.
Al llegar nos encontramos con varios lugareños terminando las preparaciones para la celebración: Iban y venían descargando tambores, frutas, animales y madera para la fogata. El frío calaba nuestros huesos hasta que a eso de las 3 am el fuego se hizo tan grande que nos envolvió con su calor.
Observábamos expectantes cómo llegaban buses provenientes de diferentes comunidades indígenas de Bolivia. Éramos cerca de 15 los turistas en el lugar y nos sentíamos agradecidos de poder estar ahí, estábamos desconcertados. El cielo estrellado que se reflejaba en la laguna salada nos hacía sentir en el medio del universo, y los cánticos y tambores que ya comenzaban a sonar convertían todo en una experiencia mágica.
El nacimiento del sol
A medida que la madrugada avanzaba, los primeros halos de luz iluminaron lo suficiente para poder vernos las caras, mientras la fogata gigante nos reunía y abrigaba. Tuvimos la dicha de escuchar cómo la sabiduría ancestral se mantiene viva en estas comunidades en Bolivia. Nos enseñaron parte de su cosmovisión y la importancia del sol en la cultura Aymara y Quechua.
La energía del ambiente era intensa. Cantos y tambores se repetían como un mantra de fondo. Cuando ya estábamos cerca de recibir al Tata Inti -o sol-, fuimos testigos de cómo los participantes ofrecieron al fuego una cría de llama muerta, licores y plantas medicinales, lo cual llenó al lugar de un aroma intenso y estimulante.
Cada vez que mencionaban a Tata inti, todos los participantes manifestaban un respeto y adoración profunda al sol que se expresaba en gritos, cánticos y abrazos.
En un momento, los primeros rayos de luz comenzaron a llegar a la isla, el frío desapareció y todos los asistentes alzaron sus manos al horizonte para sentir y agradecer la energía del sol. La ceremonia estaba en su clímax y los alcaldes de todas las comunidades indígenas presentes se reunieron en un gran abrazo, donde se desearon buenos deseos para sus comunidades y tierras. Nosotros repetimos el gesto y pasamos un largo rato abrazándonos entre los asistentes.
Después del éxtasis
Con mayor tranquilidad luego de todo este emocionante momento, comenzaron a repartir sopas para entrar en calor. Cada representante de comunidad dio un discurso y ofrendó algún objeto al fuego. Luego de que todos hablaran, uno de los líderes repartió entre cada alcalde cajas con botellas de cervezas para que repartieran en sus grupos. Fue muy emocionante cuando nos incluyeron a nosotros en ese obsequio.
Al mediodía, el sol estaba quemando y nos cegaba por el reflejo del suelo extremadamente blanco. Con varias cervezas en el cuerpo, y después de haber vivido esta profunda experiencia, dejamos de sentirnos ajenos al grupo. Entablamos conversaciones intensas e interesantes, bailamos al ritmo de los tambores y recibimos el trago de cada persona que se acercó a nosotros -no hacerlo era considerado mala educación-.
Al irnos de la ceremonia, quienes fuimos juntos a la experiencia: Mark, Charline, María Teresa, Elizabeth y yo, nos dimos un abrazo grupal emocionante y lleno de amor por el momento que vivimos juntos, y que estamos seguros jamás olvidaremos.
Aprendizaje para la vida
Esta experiencia única, donde el paisaje se alzó como protagonista, marcó profundamente a nuestros corazones. El amor por la pacha mama, como ellos llaman a la tierra, y el cuidado del medio ambiente, es algo que las comunidades indígenas saben desde siempre. Sin duda son el mejor ejemplo de preservación y conexión con la tierra, son los reales agentes de cambio que el mundo necesita.
Posterior a eso continuamos el viaje con la pareja francesa que se había flechado el día anterior, y nos denominamos el team love, momento que quedó registrado en el atardecer de ese hermoso dia que ya estaba culminando, no podíamos creer lo que habíamos presenciado, un tanto exhaustos e insolados seguimos celebrando este cambio de solsticio.
2 días después regresamos a Chile, con un matrimonio que organizar.
Un soleado 22 de febrero de 2019, Tata Inti iluminó y cargó de buenas energías el día en que nos casamos con Elizabeth.
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