Terapia de bosque: sanar en la naturaleza para sanar la naturaleza
Tan solo 20 minutos de una caminata por el bosque bastan para mejor nuestra salud física y mental. Sumergirnos en la naturaleza de manera contemplativa con todos nuestros sentidos puede ser un gran forma de reconectarnos con nosotros mismos, pero también de vincularnos con ella a través de la gratitud, la que se convierte en un sutil activismo.
Durante los años 80, Japón comenzó a sufrir una gran crisis de salud. En ese entonces, la tecnología, el exceso de trabajo sin vacaciones, llevaron a los nipones a desarrollar altísimos niveles de estrés e incluso enfermedades vinculadas al sistema autoinmune como el cáncer. Fue tanto así que en 1987 el Ministerio de Salud de Japón acuñó el término Karoshi, que significa literalmente muerte por exceso de trabajo.
Por esta razón las autoridades de dicho país decidieron tomar acción y se hicieron una pregunta muy simple: qué es lo que nos pasa a los seres humanos cuando estamos en contacto con la naturaleza. Como la respuesta es transversal y las personas sienten un bienestar casi automático al adentrarse en ella, el gobierno nipón decidió crear senderos y espacios verdes para que la gente pudiera caminar por el bosque y tener una experiencia contemplativa, a esta práctica se le llamó Shinrin Yoku o Baño de Bosque.
En Japón las dos religiones predominantes son el sintoismo y el budismo, ambas profundamente vinculadas con la naturaleza y los bosques, por lo que la actividad fue bien aceptada y fácil de aplicar. Yoshifumi Miyasaki, antropólogo físico de la Universidad de Chiba , llevó a voluntarios a bosques desde 2004 y él con sus colegas comprobaron que una caminata por el bosque versus una caminata urbana dan por resultado una disminución de 12% en los niveles de cortisol. Un 7% en la actividad del sistema parasimpatico y un 6% en el ritmo cardíaco.
Árboles del sur de Chile. Fotografía de Giovanna Raineri.
Además, se descubrió que cuando la fitoncida – los aceites naturales que los árboles segregan para protegerse de insectos, hongos y bacterias – penetran a través de los pulmones y la piel del cuerpo humano, matan e inhiben el desarrollo de microbios patógenos, lo protegen de enfermedades infecciosas, embalsaman los tejidos y activan las células NK (Natural Killers) que se encargan de destruir las células que se pueden convertir en cancerígenas. Así que el Shinrin Yoku se convirtió en una medida de salud preventiva que se comenzó a difundir por el mundo entero.
“El beneficio no es solo para la salud humana, lo que pasa en esta práctica de estar de manera contemplativa en la naturaleza – y digo naturaleza porque puede ser un bosque, el mar, el desierto, etc. – es que cuando tú te detienes y estás presente con este espacio, empiezas a recordar esa relación que el ser humano siempre ha tenido con la naturaleza, es como una sensación de pertenencia en la que en algún lugar tú recuerdas como si sintieras que perteneces a esto y empiezas a vincularte con el lugar, y cuando me vinculo empiezo a quererlo y al empezar a quererlo nace esta especie de activismo en el que se busca proteger”, afirma Giovanna Raineri, guía de terapia de bosque hace más de 3 años.
Giovanna cuenta cómo la práctica original de Baño de Bosque se fue difundiendo por el mundo hasta que se creó lo que hoy conocemos como terapia de bosque, en la que un guía certificado acompaña a una persona o un grupo de personas a caminar o simplemente estar en la naturaleza. En estas instancias se les invita a percibir con todos los sentidos el momento presente, de manera contemplativa y sin expectativas.
Parte de las terapias de bosque es sentir diferentes texturas como las de las cortezas de árboles. Fotografía de Giovanna Raineri
Por ejemplo, en una terapia de bosque se pueden recibir invitaciones simples como pasear por el lugar o percibir las texturas del pasto y las cortezas de los árboles. Sin embargo, es una experiencia totalmente libre y personal, y todo va a depender de cómo se esté sintiendo la persona en ese instante. La idea es que cada persona haga lo que sienta que tiene que hacer, independiente de que la guía haya invitado a hacer algo específico, pero a sabiendas de que está en un contexto de cuidado y seguridad.
“Lo importante es que cada persona se relacione como quiera relacionarse, entonces tampoco estamos esperando un resultado. Si bien sabemos que hay ciencia que comprueba los beneficios de estar en contacto con la naturaleza, yo no puedo garantizarte nada con esta experiencia, no puedo asegurarte que vas a salir mas feliz o calmada porque también en tu propia relación con el lugar, vas a vivir una experiencia que tiene que ver contigo, con tu historia”.
Giovanna Raineri tiene 52 años y se certificó como guía de terapia de bosque en la Association of Nature and Forest Therapy (ANFT) y ya lleva más de 300 caminatas guiadas. Actualmente, hace sus salidas por los bosques de Pucón, donde vive la mayoría del año. Este verano y hasta finales de marzo trabaja en Chiloé llevando a turistas y locales a descubrirse en la naturaleza. Además, junto con la Fundación Floresta entregan terapias gratuitas para pacientes oncológicos.
El fin de las terapias de bosque, es estar presente y mirar los detalles para desconectarnos de nuestra mente y conectarnos con la naturaleza. Fotografía de Giovanna Raineri.
Según ella, la experiencia de bosque, de naturaleza y pausa, puede conectarnos con algunas emociones que no necesariamente van a ser de alegría, algunas personas se vincularán con el duelo, con la pena o con el proceso personal que estén viviendo, incluso hay personas que pueden no sentirse cómodas con la experiencia porque son lugares a los que no están habituadas.
“Lo que te puedo garantizar es que te va a ser bien de todas maneras, pero no puedo traerte con la expectativa de que vas a sentir algo porque si te invito con la idea de que algo tiene que pasar eso te saca de la experiencia sensorial porque te lleva a la cabeza. Si yo te digo busca el asombro, es como chuta, cómo busco el asombro. Eso me hace irme a la cabeza y alejarme del cuerpo”, comenta la guía.
A muchos nos pasa que incluso en nuestros momentos de descanso estamos pensando en muchas cosas. La terapia bosque nos invita a no pensar y darle protagonismo al cuerpo con acciones tan simples como escuchar nuestra propia respiración. “Estamos tan acelerados siempre, tengo que llegar allá y no me permito estar acá, dejo de mirarme y dejo de cuidarme entonces, si yo no soy capaz de mirar y cuidar mi propio cuerpo cómo voy a hacer capaz de cuidar los bosques, el río, los lagos”.
Al final de las terapias de bosque Giovanna siempre hace una ceremonia del té. Fotografía de Marcos Zegers.
Las experiencias que ofrece Giovanna duran de dos a tres horas y media en las que la gente tiene espacio para estar sola y de vincularse con lo que tenga que hacerlo. Después todos se reúnen en círculo para compartir la experiencia vivida, ahí cada uno puede compartir como quiera, incluso el silencio es muy bienvenido. “Se validan todas las formas de compartir, tienes el regalo de ser escuchado y el resto de escucharte sin tener que preguntarte nada”.
Para cerrar se finaliza con una ceremonia de té, como una forma de salir del estado liminal en la que se puedan encontrar algunas personas, entonces se come y se toma algo para que todos puedan volver a sus casas o a lo que tengan que hacer con plena consciencia.
“Creo que el primer paso para sanar a la naturaleza es estar con ella, vincularnos con ella, recordar que somos parte. De repente anhelamos un montón de cosas super grandes y nos perdemos un poco en esas metas, cuando a lo mejor lo primero que deberíamos hacer es parar y pausar y regalarle nuestra presencia”, comenta Raineri, quien afirma que la mejor forma de devolverle a la naturaleza todo lo que nos da es entregandole nuestra atención y el placer de estar ahí, generando una relación de reciprocidad “que es la que estamos necesitando, no sólo ir a un lugar porque está de moda, sino que darnos cuenta de cuánto estamos ahí.
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