“Ver a un niño pequeño hablando de medio ambiente: eso me llena el alma”: María Brevis, protagonista de la serie Defensoras de la Tierra

por Jul 25, 2024Medioambiente

Nació en Valdivia en 1963, y cuando pequeña se trasladó a Mejillones junto a su familia en busca de mejores oportunidades, después de que su padre, buzo mariscador, decidiera migrar debido a la crisis en el sur. El mega terremoto y tsunami de 1960 arrasaron localidades completas.

En ese contexto, María Brevis encontró su nuevo hogar en esta pequeña localidad de la Región de Antofagasta, rodeada por el desierto y el océano, el café y el azul por el cual lucha día a día, inspirada en el amor a la tierra que conoció de niña, que fue transmitido por sus antepasados. 

“Vivimos dos años en una carpa en la playa, comiendo mariscos que sacábamos del mar. Así aprendí a amar el mar”, recuerda María. “Fue una de las épocas más hermosas de mi vida cuando conocí el mar. O sea, ya lo conocía, pero lo viví, prácticamente lo viví”.

La añoranza de un Mejillones en su plenitud

Mejillones, era una bahía que antes rebosaba de vida marina gracias a la corriente de Humboldt. Sus habitantes vivían de la pesca y recolección de algas y mariscos, pero hoy es una localidad dedicada a mantener las grandes industrias. Esta industrialización masiva, según recuerda María, comenzó cerca de 1986. Ahí empezaron los cambios notorios en el lugar.

Se arrasó con el paisaje bajo el pretexto de ofrecer mejores empleos en la zona. Sin embargo, las consecuencias han sido otras: contaminación, pérdida de fuentes de alimento y trabajos, y enfermedades asociadas a los metales pesados emitidos por las industrias, como el cáncer.

Al ingresar a Mejillones, la amenaza es evidente: las empresas industriales, con sus grandes fumarolas, camiones y enormes compuertas metálicas, invaden el paisaje, incluyendo varias termoeléctricas, y el embarque y desembarque de metales pesados desde el mar.  La contaminación e  impacto derivadas de estas actividades han convertido a Mejillones en una “zona de sacrificio», una realidad que María describe con amargura: “Hemos perdido más de lo que hemos ganado».

La geografía de esta bahía, rodeada por desierto y con un acceso profundo para grandes barcos, ha favorecido el desarrollo industrial que le ha arrebatado la vida a este territorio. “Podría haber sido un gran destino turístico», lamenta María. “Este lugar tenía condiciones ideales  para una economía basada en la pesca y el turismo en vez de la industrialización”.

Para ella, la desaparición de los bancos naturales de mariscos, que eran fuente de alimento y trabajo de muchas personas, y la transformación del paisaje marino ha sido devastadora. “Nos envenenaron el agua y el aire, y nos hemos visto obligados a volver a lo básico: sembrar nuestros propios alimentos porque los costos han subido tanto que ya no es posible alimentarse sanamente”, cuenta.

Bárbara Hernández nadando en el Parque Nacional Conguillio
Su activismo y rol institucional

Actualmente María es concejala en esta comuna y en ese rol ha luchado por dar voz a la defensa de la naturaleza. Paralelamente, su participación en Mejiambiente, una organización medioambiental local, ha sido crucial. Se han dedicado principalmente a denunciar accidentes como derrames de plomo y, a trabajar en torno al  impacto de las industrias sobre la salud y el ecosistema local.

“Nosotros empezamos hace algunos años a darnos cuenta del deterioro de la comuna. De cómo ha  ido creciendo el sector industrial y la comuna se mantiene. Siempre decimos que la riqueza que se ve en el sector industrial no se ve reflejada en Mejillones. Desde ahí nace la idea de poder agruparnos para ir frenando un poco estos proyectos industriales que están en realidad acabando con mejillones, con su gente, con tradiciones, con flora, fauna marina, con todo”, dice.

La lucha de María y de Mejiambiente, la organización ambiental local, ha sido dura. Pelear contra “tremendos molinos de viento” -como llama a las industrias- y muchas veces las autoridades, es una labor agotadora. A pesar de ello, María conserva cierta esperanza y el profundo deseo de preservar su legado para las futuras generaciones. Se esfuerza por mantener una voz fuerte y persistente en la lucha y defensa de la vida en Mejillones, para que vuelva a ser la tierra que ella antes conoció. 

El activismo de María siempre ha sido de lucha en la calle, muestra imágenes en que se encadenaban con sus compañeros en la entrada de las industrias. Pero tras todos estos años de defensa ambiental, reflexiona que esta batalla se tiene que dar en todos los ámbitos, ya no solo en la protesta.

Hacer denuncias y usar la institucionalidad a su favor, es la estrategia que ha tomado en su cargo como concejala de Mejillones: “En este momento estoy usando la institucionalidad en el cargo en que estoy, porque estamos estamos trabajando en el plano regulador y estamos tratando de que estas empresas inviertan en tecnología para que dejen de contaminar y que el Gobierno de una vez por todas fiscalice qué es lo que hacen estas empresas acá”, comenta. 

Bárbara Hernández en Japón
Esperanza en las nuevas generaciones

María ha sido testigo en primera persona de los riesgos que implica ser activista ambiental, sociales, familiares, laborales, etc. Riesgos que pueden llegar hasta la muerte. 

“Cuando empecé a meterme en este mundo del ambientalismo y qué significa también porque no tenía idea, con el correr de los años vi que era algo bien peligroso, que te anulan, que tratan de de dirigir tu vida y de que tratan de mentir y de menoscabar tu como persona, como ser humano”, afirma.

Viendo su experiencia en retrospectiva ha reflexionado mucho al respecto: “Ha sido un camino muy difícil, largo, inhóspito y muy cruel. Ahora estoy a punto de cumplir 61 años y a veces en esos momentos que una tiene a solas contigo misma, me pregunto si lo volvería a hacer… porque he pagado costos altísimos”, señala. “Yo creo que lo volvería a hacer. No sé, quiero pensar que lo volvería a hacer.  Creo que lo volvería a hacer porque es una pelea para las generaciones que vienen. Pero fíjate que que desde ese tiempo hasta ahora la gente se atreve a hablar más acerca de la contaminación. Ese es un logro”.

Pero ante este desamparo que muchas veces predomina en el activismo ambiental, hay pequeños avances que a María la llenan de fuerza y energía.

“Cuando veo en la escuela un niño pequeño hablando de medio ambiente. Porque te insisto que estos temas no se hablaban. Los niños dicen ‘Oye, eso está mal’ Y estás creando un ser humano que va a estar pendiente no sólo de sí mismo, de ganar plata, sino que va a estar pendiente de alrededor. Y hubieron personas capacitadas que le explicaron lo que era. Eso me llena el alma, me llena el corazón, porque ya se creó una conciencia clara que va más allá”.

Y seguirá en este camino. “Estamos en esa carrera que le digo que nace chicharra, muere cantando. Y no puedo doblegarme ahora porque en este momento, como te digo, hay mucha gente hablando del tema y si yo me doblego ahora significa que estos más de 30 años que estoy en esto no van a significar nada”.

 

Conoce más de María Brevis y Mejillones en el segundo capítulo de Defensoras de la Tierra.

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