Vida después de la muerte: los oasis que crean las ballenas muertas en el fondo del océano
Los gigantes del océano no paran de ofrecernos vida. Además de ser grandes captadores de CO2, después de su muerte nace y crece vida en un ecosistema complejo: cuando el cuerpo inerte de una ballena se hunde al fondo del océano es fuente de comida y nutrientes para diferentes especies durante varios años.
La muerte de un cetáceo puede ocurrir por diferentes factores, ya sean antrópicos o naturales. En el primero no es raro que muchas de estas mueran después de chocar con alguna embarcación, por enmallamiento en redes pesqueras fantasmas, ingesta de basura, entre otras causas. Por otro lado, la mortalidad natural puede ocurrir debido a alguna enfermedad o simplemente por vejez.
Sin embargo, sea cual sea la razón de su muerte, el cadáver de una ballena en el océano desencadena un proceso de descomposición que termina convirtiéndose en un verdadero oasis en el desierto para algunas especies, o en este caso un oasis en el océano.
Una vez que una ballena muere, empieza un rápido proceso de descomposición debido a la gran capa de grasa que poseen y que les permite termorregularse más fácilmente en el mar. En este proceso de descomposición se generan muchos gases que provocan que el cadáver de la ballena se hinche y se de vuelta con su vientre hacia arriba con sus pliegues gulares inflados, lo que la hace parecer una gran boya.
El cadáver suele ser objetivo de depredadores como aves carroñeras o tiburones que al devorar el cuerpo abren las vías de escape de los gases acumulados hacia el exterior. Es entonces cuando ya no se producen más gases y el cadáver comienza su largo viaje a las profundidades.
En promedio el océano tiene una profundidad media de 3600 metros por lo que los compuestos orgánicos presentes en la superficie del mar pueden tardar miles de años en llegar al fondo marino. Este fenómeno es conocido como nieve marina, la que está formada generalmente por una gran variedad de organismos microscópicos, como bacterias y células de fitoplancton, además de restos de otros organismos, de restos fecales, partículas de arena muy fina, masas de materia orgánica y plantas que se generan en la parte más cercana a la superficie del mar.
“Lo que pasa aquí es interesante”, asegura Rodrigo Hucke-Gaete, biólogo marino especialista en mamíferos marinos. “Lo que hacen las ballenas en este caso al morir, es no solo llevarse la cantidad de carbono que absorbieron durante su vida hacia el fondo, además se ha calculado que es el equivalente a que cayeran 2 mil años de nieve marina en un sector muy localizado, que es donde va a caer finalmente el cuerpo de la ballena, entonces es como un oasis en el desierto en esos fondos marinos”.
Los primeros que llegan a la carcasa de un cetáceo muerto son los mixinos o peces bruja, tiburones de fondo, crustáceos, algunas jaibas y langostas quienes empiezan a desmembrar y alimentarse de las grasas, músculos y tejidos conectivos del animal. Esto significa una fuente de alimento para estas especies de casi dos años.
“Ahí empieza un crecimiento considerable de individuos que se alimentan y también un aumento en el número de especies, por eso a esto se le llama un ecosistema en sí mismo y más que un ecosistema, yo diría que es una comunidad ecológica en sí misma que tiene un proceso sucesional super interesante que no se ha podido estudiar en detalle porque es muy difícil encontrar a 3 mil metros una ballena y poder estudiarlo en el tiempo especialmente porque también son procesos largos”, afirma Hucke-Gaete, quien también es docente en la Universidad Austral de Chile.
Luego de que estos carroñeros desmembran casi completamente el cuerpo, dejando solo el esqueleto disponible, empieza un nuevo proceso sucesional al que llegan gusanos tubícolas y otros crustáceos a alimentarse de los huesos. Eso en conjunción con el trabajo de diferentes bacterias desencadena un proceso de producción de sulfuros de hidrógeno, un compuesto químico que utilizan algunos gusanos tubícolas.
Este proceso de sacar el aceite y descomponer los huesos de la ballena puede durar hasta cincuenta e incluso 100 años.
Según el biólogo marino, una ballena azul de 200 toneladas que llega al fondo marino es capaz de generar vida a partir de su muerte, “una ballena genera la vida de una comunidad completa, se ha calculado algo así de 470 especies que se ven involucradas en este proceso y eso es mucho más incluso que en las ventanas hidrotermales”.
Así es como estos grandes cetáceos no sólo capturan el CO2 que retienen mil árboles, sino que su muerte genera más vida al ser un evento clave y muy esperado por los organismos presentes en las profundidades del océano.
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