La montaña y el saludo: una lección de presencia y comunidad
A veces lo damos por sentando, pero un gesto aparentemente sencillo como saludarse en la montaña con extraños, revela también nuestra naturaleza sociable. Sin embargo este acto de conexión humana se está perdiendo. Mauricio Purto nos cuenta sobre la búsqueda de comunidad y el sentido de pertenencia en entornos naturales.
Desde lo más profundo de nuestra historia como especie, los humanos hemos sido seres sociales por naturaleza. Desde tiempos inmemoriales, hemos buscado la compañía de otros para compartir experiencias, sobrevivir, aprender y prosperar juntos.
Hoy, en medio de una era tecnológica en constante evolución, donde la conexión a través de una pantalla se ha vuelto más común, todavía encontramos una contacto innato con la naturaleza y con los demás cuando practicamos senderismo o deporte en la montaña. Un acto sencillo pero significativo en este contexto es el saludo, un gesto que refleja nuestra necesidad más primitiva de conectarnos con los demás.
El saludo en la montaña no es solo un formalismo cortés, sino un eco de nuestros antepasados que, al enfrentar el inmenso desafío y esplendor de las montañas, encontraron consuelo en la presencia de otros seres humanos. Hace miles de años, la colaboración y el apoyo mutuo eran esenciales para la supervivencia en un entorno montañoso hostil. Los grupos unidos eran más fuertes y más capaces de enfrentar los desafíos que se presentaban, desde la búsqueda de recursos hasta la protección contra depredadores.
El senderismo y otros deportes en la montaña refuerzan nuestra naturaleza gregaria y solidaria. Cuando nos aventuramos en estos terrenos, ya sea en grupos organizados o de forma individual, se crea un vínculo con aquellos que comparten nuestra ruta. Es un encuentro efímero que no se basa en relaciones formales, sino en el amor compartido por la naturaleza y la búsqueda de una experiencia enriquecedora.

Imagen de fermiart en Pixabay.
Mauricio Purto, montañista, médico y escritor, ha sido un defensor apasionado de las buenas costumbres y la elegancia en las interacciones humanas, especialmente en el contexto de la montaña. Para él, el saludo en este entorno natural no es simplemente una formalidad, sino una forma de relacionarse con respeto y consideración hacia los demás.
Purto fue el primer chileno en escalar dos y tres montañas de más de ocho mil metros, y líder de una de las dos expediciones chilenas que subieron por primera vez el monte Everest, el 15 de mayo de 1992, las primeras de Sudamérica. A través de charlas motivacionales, conferencias, y talleres de trabajo en terreno, se dedica a difundir la vida al aire libre como terapia de salud, una actividad a la que dedica la mayor parte de su tiempo.
Con el tiempo Mauricio ha notado que el saludo se ha vuelto poco común, tanto en la montaña como en la calle. “El saludo es una muestra de buenas costumbres y un acto de presencia hacia los demás. Es una forma elegante de decir «cuento contigo, aquí estoy yo» y una muestra de consideración hacia aquellos que se cruzan en nuestro camino”, afirma el montañista.
El hecho de no saludar a alguien cuando nos topamos en la montaña es, según él, una falta de educación y respeto hacia los demás. En un contexto donde el compartir un espacio común debería propiciar una mayor conexión humana, la falta de saludo puede generar una sensación de desconexión y frialdad.

Imagen de Hermann Traub en Pixabay.
Desde una perspectiva antropológica, el saludo ha sido tradicionalmente importante en muchas culturas como un símbolo de respeto y reconocimiento mutuo. En algunas sociedades, no saludar al otro podía llevar a consecuencias graves. Aunque en la sociedad contemporánea estas consecuencias no son tan extremas, el saludo sigue siendo un acto relevante que nos permite hacer acto de presencia y establecer una conexión momentánea pero significativa con los demás.
Mauricio también destaca el papel que la tecnología, en particular el uso excesivo de los celulares, juega en la creciente desconexión social. Cuando nos sumergimos en un «micromundo» virtual, perdemos la capacidad de estar presentes en el momento y en el entorno que nos rodea. Esto no solo afecta nuestras relaciones en la montaña, sino también en nuestras interacciones diarias.
Las montañas no solo nos brindan una sensación de camaradería, sino que también influyen positivamente en nuestro bienestar emocional. Los encuentros casuales durante el senderismo también fomentan el diálogo y el intercambio de experiencias. Compartir historias y risas al llegar a una cima crea conexiones humanas genuinas.

Imagen de Walter Frehner en Pixabay.
Los senderistas pueden ser de diferentes edades, antecedentes culturales y profesiones, pero en la montaña, todas esas diferencias se disuelven en una comunidad unida por un objetivo común.
Así que, la próxima vez que te aventures en una caminata por la montaña, no dudes en saludar a otros senderistas que encuentres en el camino. Este gesto sencillo puede no solo abrir la puerta a una conversación significativa, sino también recordarnos la importancia de nuestra naturaleza sociable y la conexión con el entorno natural.
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